Del corazón de piedra y de la avioneta al desierto.

Andaba animada, haciendo planes, hasta que se topó con el colmo de su desgracia. Deseaba ir sola, en una avioneta al Sáhara y quedarse allí una semana, para poder pensar con claridad, en todas las decisiones que la habían tomado al asalto desde el pasado febrero, obligándola a actuar, a poner un parche aquí, coser con sutura allá.
No se sentía víctima para nada, e incomprendida tampoco, solo deseó que su corazón se convirtiera en piedra. Deseó alejarse de sus amigos, de su familia, y pasó quince días sola, encerrada en su casa, con la única compañía de la red, que a veces la saturaba, y de su loba fiel, pues los cernícalos aprovechaban el buen tiempo para anidar.
No podía evitar sentir aquel dolor tan grande que le partía el corazón en mil pedazos, hasta que se le quedó hecho una piedra de hielo.
Deseaba estar viva y desear, también sentir, pero pensó si le compensaba todo aquel maltrato, que ella misma permitía y buscaba.
Colocó henna en su cabello, cuerpo y manos, preparándose para el final de Ramadán y pensó, con quién podría compartir la fiesta del Aïd-Al- Kabir. Llegó a la conclusión de que la pasaría sola, como siempre, y asumió para siempre lo que pensó una vez en Alagoas-Brasil: “demasiado puta para las putas, y demasiada señora para las señoras”.
A partir de ahí, deseó estar sola para siempre, evitar cualquier tipo de compañía, e incluso retirarse de su propia familia.
Se topó de repente con un dolor espantoso que no quería compartir con nadie y que sólo deseaba conservar con ella, para saber para siempre lo malvada que es la Humanidad, y la Vida en cualquiera de sus aspectos.

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