Observó por encima de las nubes, desde el Oriente hasta América del sur, contemplando como los estados-corporación se resquebrajaban, traicionados por sus acreedores, amos en fin de sus pocas argucias pestilentes.
Como, los Pueblos, despectivamente llamados “problema indígena” por Winston Churchill, se habían enfurecido en El-Aaiún, en Gdaim Izik, desencadenando una Revolución en todo el Orbe.
Al Pueblo saharáhui le costó setecientos heridos, once muertos y ciento cincuenta desaparecidos.
Túnez amaneció en llamas por la injusticia de un joven que se quemó a lo bonzo, ante lo irreparable de su Destino de miseria.
Les siguieron Egipto, Libia y Siria. Las mujeres saudíes comenzaron a dirigir sus automóviles.
Argentina y Bolivia expropiaron a las multinacionales euro-españolas, devolviendo los bienes saqueados a las clases populares, vistiendo de dignidad la denuncia del presidente de Ecuador ante el Tribunal de Estrasburgo, por los desahucios a sus ciudadanos en España.
La carne de caballo había sido comida por la refinada Europa, la de las normas exhaustivas. Todo había comenzando por los pepinos de Hamburgo, la bacteria “ercoli”, colapsando su credibilidad, rayana en el abismo por el Caos financiero que vivía el continente inexistente. ¿En que momento de la Historia se separó de los Urales?
El representante del Dios asiático-semita, adorado en Europa, dimitió por los escándalos, viéndose sin fuerza física para afrontarlos. El último que lo intentó fue envenenado, igual que Yassir Arafat, y todo aquel que se oponga a la maquiavélica maquina neo-colonialista, hegeliana, capaz de molerlo todo, en pos de una subida en la prima de riesgo, que jamás se daría por lo absurda.
Lxs ciudadanxs no se dejaron amedrentar por presidentes islamistas, ni por el ejército sirio, por el F.M.I.,las calles de España, Portugal, Grecia se llenaron de jóvenes rebeldes, de ancianos sin casas ni Derechos, y nació el nuevo indígena.
Digna hija de Tin-Hinan, la enorme mujer que se remonta a la Atlántida de Herodoto, Farah se sintió capaz de comandar un nuevo ejército de amazonas, que pasearía triunfalmente por calles desiertas, llenas de pertenencias abandonadas, en la precipitada huída de los ladrones, putrefactos seres, que detentaron el Poder durante más de doscientos años.
La cultura Náhuatl tenía razón, era el Fin de la esclavitud. La Era de lo podrido tocaba a su fin, y llegaban las Tribus, a celebrarlo bailando alrededor de un gigantesco fuego. En la Plaza Tahrir…