De la viuda tuareg que escupió sobre Betancuria.

En 1404, a cuatro años de su llegada a espada y fuego, Gadifer de la Salle y Jean de Bethencourt, dos mercenarios normandos a sueldo de Enrique III de Castilla apodado “el Fratricida de Trastámara”, y después de someter Lanzarote con traición y asesinato fundaron “Betancuria” sobre las ruinas de un importante poblado de los Mahos.

La “ciudad” se convirtió pronto en residencia de los Señores y las Autoridades civiles y religiosas.

La viuda Tuareg nació en Tenerife, de familia de Mahos y después de recorrer el Imperio de Pedro I de Brasil y visitar el Souss-Draá enfrente a Lanzarote, vio el valle.

Cuentan que «por ser “de bruma” estaba poblado de cedros, acebuches y pinos».

Se enfureció la viuda al contemplar como convirtieron en polvo aquel valle próspero mientras dos guaguas llenas de turistas españoles se paraban en aquel mirador, bajando para contemplar la vista.

Ella les gritó a todo pulmón como sus antepasados habían desertizado un valle antaño pleno de verdor y arrasado todo. Vio la urgencia de la guía turística en meterlos de nuevo en los vehículos ante el terror por la violencia con que discursaba ella, mostrando la barba tatuada de su marido muerto lo que la hacía intocable según la costumbre de su pueblo.

Se acercó a la mujer-guía y esta le dijo “que aquello no se puede hacer, que había arruinado su trabajo de dos días y que ella, también era canaria”…

Le pidió unas disculpas falsas, y se notaba dibujada la satisfacción de una guerrera en su rostro, y sonrió cuando se cerraron las puertas con bufidos hidráulicos, de dragones vencidos y se marcharon.

Este mismo argumento se usa desde una institución autonómica del Reino de España para “salvar los puestos de trabajo de las familias de trabajadores” de un hotel erigido en pleno paisaje protegido, en plenas “Dunas de Corralejo”, que obtuvo la “concesión” durante la Dictadura asesina de Franco.

Nada, desde Enrique III de Trastámara hubiera sido posible en estas islas sin la traición y complicidad de los habitantes originarios de Canarias.

Descendió el valle hasta Betancuria y avistó las ruinas de un convento de franciscanos, de San Buenaventura.

Lo vio arrasado, sin techumbre sólo arcos que formaban ángulos imposibles con el azul africano del cielo, hornacinas de santos vacías parecían hacer muecas de fracaso desde las paredes desconchadas por la intemperie y contempló como la techumbre de una iglesia abandonada parecía imitar las montañas peladas de vegetación que había dejado la “Conquista”.

Escupió en el suelo y se marchó llena de su propia alma.

Con todo mi amor para mi querida amiga y hermana Salomé, que sé que adora a la Viuda Tuareg.

“Canariedad”: uso, abuso y manoseo.

Comienza cada mes de Mayo a aparecer este palabro por todos lados: la “canariedad”.

Los criollos de derechas lo asocian a reproducir el folclore de los colonos europeos. “Polkas, mazurcas” y demás jolgorio centroeuropeo en versión mediterranoide, en el Atlántico subtropical, a 60 millas náuticas del Sáhara Occidental que es dónde se sitúa Canarias.

 El folclore es útil hasta a las Dictaduras totalitarias.

Entonces te llega una señora de origen canario que se siente maltratada por su propia tierra (quién no lo está, que hable ya) y te dice que “con la africanidad de Canarias te estás apropiando culturalmente, que tú no eres negra ni te cortan el clítoris, ni eres musulmana ni llevas burka” (oh cielos, Afganistán está en África, menos mal que vino la señora esta) y termina aderezándolo con “yo tengo una amiga negra, lesbiana” mientras habla con acento de Madrid (una enfermedad rara adquirida en mor de obtener el privilegio de ser la nueva Galdós). Te dice que “la cultura de Canarias es “Crónicas Marcianas” y te quedas atónita.

Pasan tres o cuatro docenas de yogures y unos cuantos millones de turistas, y te viene una profesora madrileña y te dice que “a sus alumnos les explica la “canariedad” (ella, con una S y unas C y Z imposibles de pronunciar) con expresiones como ya el conejo me riscó la perra, y la diferencia entre roscas y cotufas”.

Y harta ya, le esputas a la cara, animada “lo que tú haces se llama apropiación cultural” y te quedas más ancha que larga.

Aquí parece que todo el mundo se ve en la obligación de explicarse, justificarse o añadir/corregir lo que somos/estamos las canarias, máxime cuando se acerca el aniversario de que nos espetaran dos perros en la bandera.

Si hay algo que celebramos las canarias, poco la verdad, es nuestro enorme mestizaje que nos hace únicas.

Residuos “ultra periféricos de Europa”, echándole tierra a los ojos del África Romana Imperial, a Juba II casado con la hija de Cleopatra Selene, abordadas diariamente por el manoseo de nuestro territorio, recursos, vidas y haciendas por una piratería sin fin.

Cada una en su barranco, en su isla sea “menor” o “mayor” siendo una mistura única, que por sí misma enriquece a cualquier cultura.

Y hete aquí, que la “cultura” es algo Capitalista y reproduce los gustos de las Élites, o es “folclore”…

Y si no, no es Cultura, es “invasión, reconquista o ¡genes musulmanes!”

Me acuerdo de un pobre señor que se había recorrido a pie todos los barrancos de Tenerife, porque había descubierto unos espacios “litofónicos” en los que los pobladores indígenas hacían resonar con grandes troncos de tea en cuevas como expresión de su cultura.

La “profesora” invitada a la presentación de su libro habló sobre “la influencia del barroco de Flandes en la imaginería religiosa de La Palma” para acabar sentenciando que “los antiguos canarios sólo hacían una “cosa” cultural: las mujeres golpeaban una roca contra otra y los hombres golpeaban el suelo con un pie”. “El Tajaraste”, sentenció.

Agotada ya de tanto golpe me limité a explicarle a esta “profesora” que “la ciencia demuestra que somos una extensión de la civilización líbico-berebere”, heredera nada menos que del antiguo Egipto constructor de Pirámides y se ofuscó (otra más).

Tal manoseo de identidades, el uso y abuso, no nos deja otra opción que dividirnos entre mestizas orgullosas y ofuscadas, las primeras con estrellas verdes y las segundas con los perros de la bandera.