Mes: febrero 2020
“Élites criollas y población indígena.” De la formación de la sociedad de Canarias a la sociedad actual.
Con la llegada de Jean de Bethencourt en 1400, con carta de Señor de todo lo que conquistase, dados por Enrique III de Castilla, se establece una incipiente élite conquistadora que culmina con la cesión de los derechos de Señorío por parte de Inés Peraza a la Corona, pero sólo de las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, aún sin conquistar.
Su padre y su hermano habían comenzado la venta de la población indígena como esclava en mercados de Barcelona, Sevilla e incluso a mercados europeos, mezclando a señores con gente de la nobleza indígena por medio del matrimonio para acuñar un mestizaje de control.
Por esta suerte de cambio en la sociedad anterior a su llegada, se les robaron tierras, ganados y aguas, hasta ese entonces comunales, dado el carácter agrícola y pastoril de la estructura social indígena.
En 1497 finaliza la conquista de La Palma, y se continúa esclavizando y robando tierras, ganados y aguas a la población indígena, esta vez bajo la supervisión de Adelantados de la Corona de Castilla.
A su vez se continúa casando a las mujeres indígenas con señores venidos de Castilla, las hijas de reyes y “nobleza” locales, imprimiendo a la sociedad un carácter marcadamente criollo, como se denominó más tarde a la sociedad que logró la independencia de España en América Latina.
Mientras, las camadas más pobres de la sociedad indígena huyeron a los terrenos más altos, que ni siquiera estaban explorados por los Conquistadores, y se dio una suerte de intercambio social entre las dos culturas con el paso de los años, y el aprendizaje del castellano por parte de las gentes naturales de Canarias.
Se creó así una fisura entre la élite criolla y los empobrecidos indígenas de las capas más bajas de la sociedad original, dividiéndose en dos y hasta en tres con la entrada en acción de colonos de Castilla y Portugal que se fueron asentando en las islas.
La Lengua original desaparece por completo.
Se establecen así una suerte de parámetros económico-sociales que perduran hasta la Canarias de hoy.
La diferencia entre las “islas de señorío” y «las islas de realengo” crearon estructuras ora de señorío feudal, ora de nobleza y aparato del estado de la Corona, que confieren dos velocidades de desarrollo económico y social dependiendo de qué estructura fuese la predominante.
La Iglesia por supuesto forma parte del aparato colonizador y se hace con gran número de conventos, iglesias y propiedades hasta la Desamortización de Mendizábal, interviniendo directamente en la evangelización del sustrato más pobre de la sociedad indígena, su aculturación y la enseñanza.
La población canaria que vive el nacionalismo y las ansias de liberarse de España se exilia a América durante el siglo XIX y XX, resultando en un movimiento de escaso arraigo en el archipiélago, hasta la década de los 70.
Todo este preámbulo era necesario para entender por qué se da en Canarias, en pleno siglo XXI, la supervivencia de la misma “élite criolla” devenida en sustrato social alto, con fuerte presencia en la política, y en la cima de una pirámide social con una base muy ancha y con esta cúspide “criolla” en el punto superior.
El sustrato de población más pobre conformada por indígenas que se han mezclado con migrantes de todo tipo durante 500 años, es situado en la marginalidad, las periferias económicas ya en los años 50, 60 y 70 del siglo XX, con una terrible intervención de la Dictadura de Franco.
Con una política de vivienda social en la dictadura se crean “barriadas populares” que en los 80 y 90 devienen guetos con gran presencia de drogas, implantadas para eliminar de raíz el conflicto originado en los 70 por Antonio Cubillo, el fenómeno del Independentismo y unas ansias de liberación de la población, que “se siente diferente” y busca una identidad.
Se sorprenderían ustedes al saber que los altos cargos de la administración, presidencias de gabinetes literarios y demás instituciones de las islas, tengan los mismos apellidos de los Conquistadores, mientras los “refugiados” de las barriadas populares sustentan las esquinas de los edificios de bloques de los “casas baratas”.
En los campos siguen los Latifundios, véase el caso del «Conde de la Vega Grande», la venta de sus terrenos al Estado para construir el Centro Penitenciario de «Juan Grande», mientras el Conde, recientemente fallecido y al que hereda su hijo emparentado con los Benitez de Lugo, descendientes del «Adelantado de la Corona desde 1478», sostiene un litigio con sus antiguos aparceros «para desalojarlos de unas cuarterías que han pagado alquiler y han realizado obras de mejora con sus propios dineros», en Gran Canaria.
Hay una muy alta tasa de funcionariado venido directamente de la metrópoli, al recibir pluses de salario “por desplazamiento”, lo que se ha ido disminuyendo con la instalación del aparato autonómico, que sirve a una red clientelar u otra, dependiendo de en qué lado caiga el gobierno.
Las instituciones culturales han sido diseñadas para las “élites” y se ha creado un movimiento de exclusión de las clases más pobres, que se refugian en “el carnaval” y otro tipo de eventos dirigidos especialmente a este sustrato.
Se dan en Canarias unos barrios de autoconstrucción, populares y los antes citados de protección oficial, con vocación de favela latinoamericana, pero sin la conciencia de clase necesaria para convertirse en algo reivindicativo, que el gobierno planea desactivar con la “Renta Básica” y otras medidas con el objetivo de reducir la futura conflictividad en una región que tiene un 40% de pobreza y los peores resultados en Educación del Estado.
Notas:
Fotografía original de la autora, «Casa en ruinas, Tuineje-Fuerteventura».
Inés Peraza
https://es.wikipedia.org/wiki/In%C3%A9s_Peraza
Marquesado de Lanzarote
https://es.wikipedia.org/wiki/Marquesado_de_Lanzarote
Desamortización española
https://es.wikipedia.org/wiki/Desamortizaci%C3%B3n_espa%C3%B1ola
Aparceros del conde en el siglo XX; desahuciados por el conde en el XXI.
Orígenes de la Propiedad en la Península de Jandía.
Juan Pedro Martin Lutzardo
Canudos, la Revuelta Áurea.
Mucho se ha escrito, se ha hablado y se ha analizado la Guerra de Canudos, en Bahía, nordeste de Brasil.
En 1893, Antônio Vicente Mendes Maciel, conocido como “Antonio Conselheiro” se estableció en la granja de “Canudos” junto con su Comunidad de esclavos libertos con la “Ley Áurea» de 1888, indígenas, pobres y desarraigados, en el noroeste del Estado de Bahía.
Antonio Conselheiro, un hombre espiritual que proclamaba que “la Tierra no era de nadie”, “que el dinero no valía nada”, quemando dinero de la recién proclamada República después de un Golpe de Estado contra el Emperador, había deambulado por los estados de Ceará, Pernambuco, Sergipe y Bahía.
Se le fue agregando gente que veía en él, su ascetismo y sus palabras, la respuesta a la fallida “Ley Áurea” que pretendía en su texto firmado por la Princesa Isabel dotar de tierras y morada a los esclavos libertos con tal Ley, efectuando un esbozo de Reforma Agraria. La respuesta de los Latifundiarios y grandes hacendados del café, cacao y caña de azúcar, que habían visto prosperar sus fortunas gracias al trabajo esclavo, fomentaron y provocaron el Golpe de Estado de 1889, y Brasil se convirtió en República. Los esclavos al verse “libres” trabajando para los mismos esclavistas, sin recibir más que miseria abandonaron las grandes plantaciones del litoral bahiano.
Antonio Conselheiro había llegado a Monte Santo con cerca de 8.000 seguidores, acusados de fanatismo y de crear desórdenes en la región, temiéndose la invasión de la ciudad de Juazeiro después de tener problemas con los comerciantes locales. Su asentamiento se llamó “Belo Monte” y el Gobierno de Bahía entró en pánico ante el tumulto de tamaña comunidad en una región hasta entonces árida, pobre y poco poblada.
Fueron enviados dos frailes capuchinos, dado el carácter espiritual de tal comunidad, y uno de ellos volvió acusando a su líder de “monárquico” y de querer liderar un “levantamiento”, lo que desató la ira de las «nuevas clases republicanas», afanadas en establecerse en la nueva república.
Se tiñó al movimiento, que hoy consideraríamos como la “Revolución de los Pobres”, de anti-republicano al negarse los rebeldes a censarse o al matrimonio civil, lo que tachaban de nueva forma de esclavitud.
La comunidad cada vez mayor, hubo de asaltar comercios y ciudades para abastecerse, mientras plantaba e intentaba valerse de sus medios, y expropiando tierras lo que dio en conflictos que fueron decisivos para la alarma de la opinión pública de las ciudades, completamente ajena a la realidad de aquella región desierta y con grandes extensiones de bosques de espinos conocidas como “Caatinga” que en aquellos años padeció una de las peores sequías de su historia.
La joven República hubo de recolectar dinero para armar un ejército que cercara a la Comunidad. Fueron enviadas hasta tres expediciones con rotundos fracasos militares al enfrentarse a una guerrilla que ningún ejército convencional derrotaría.
Se puso al mando el propio Ministro de la Guerra, acompañado por la mitad de las tropas de todo el país, veteranas de la Guerra del Paraguay, y masacró a la Comunidad de Canudos. La muerte de Antonio Conselheiro dio la victoria a las tropas estatales, y el sueño de tierra, pan y libertad de aquellas gentes quedaron en la historia como “La Guerra de Canudos” 7 noviembre 1896 – 5 octubre 1897, entre un ejército fuertemente armado contra una comunidad armada apenas con machetes y azadas.
El cadáver de Antonio Conselheiro fue desenterrado, fotografiado, y su cabeza llevada como prueba de su muerte a la capital.