Decisiones, gravedad y peso.

El rapapolvo que se había llevado de su madre por publicar la vida de su Tía y de su Bisabuela, que ni siquiera pertenecían a su linaje, por mucho que las conociera, la incitó a sospechar en la influencia en la opinión de su madre, de alguien próximo, que no tenía por que leer algo si no le apetecía.
Le molestó gravemente la intromisión en su literatura, con mayúscula, de prejuicios conservadores que no creía capaces de valorar tamaña obra, y se sintió halagada por el amor incondicional de su loba que se subió con ella al sofá y la besó con cariño, como una hija besa a su madre.
A veces el exceso de celo en el amor de una madre por una hija hace que, éstas se confundan a la hora de tomar decisiones, y escojan el rumbo equivocado.
Ella no se sentía equivocada en nada pues desde que fue púber decidió no tener hijos cosa que la alegraba profundamente, ya que había sido una decisión libre.
Andando los años tuvo que criar muchos hijos de madres en apuros o simplemente irresponsables y no echó en falta no tener hijos propios.
Amaba contemplar una amapola gigante y el aroma del patchouly, cosa extraña en aquella época, que llevaba toda la tarde observando en los anuncios de la televisión, con fruición de socióloga, describiendo problemas y sin tener la obligación de resolverlos. Los niños presumían en los anuncios comerciales de tener mucho que enseñarles a los mayores, de sentirse libres a la hora de tomar decisiones sin haber alcanzado la pubertad, de una independencia falsa que les daba el Capitalismo, en nombre del consumo y de la producción industrial de masas.
 Se le quitó un gran peso de encima, y atesoró con cariño los buenos momentos vividos al lado de sus amantes, a la manera de su tía, reconociéndose en ella, y en su abuela, comadrona de profesión en unos tiempos en los que no existían los antibióticos, ni la penicilina y en los que no había tiempo para prestarle a los psicóticos.
Se sintió aliviada al saberse fuera de la sociedad de clases, descrita por Marx hasta la saciedad, y se alegró, al reconocerse en sub-clase, según los Neo-marxistas. Era tan pobre y estaba tan apartada del pastel económico, que ni siquiera formaba parte de una clase, y por tanto quedaba fuera de la Lucha.

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