«El Diván»

Te besé amor mío.

Me besaste amor. “Mi vida” te dije.

Me acariciaste el corazón herido de muerte y me sentí aliviada.

Esperando el momento de la soledad para agradecer al cielo que te envíe, una vez tras otra.

Que tu llave abra mi puerta.

Que tus labios acaricien los míos.

En el Diván afgano que volví a preparar para nosotros.

Bebí sola el licor del Amor, echando de menos tus brazos, hasta el minuto en que vuelvas.

Hasta que el aroma del café se mezcle con el de nuestros cuerpos en el Amor.

Allí nos pueden encontrar, hasta que subamos a nuestra alfombra y huyamos, volando.

Veremos las cúpulas turquesa de Isfahán y volaremos hasta Rajasthán, al festival de Rama, con la luna llena y los camellos.

Allí me verás bailar girando, posesa de la paz que has dado a mi alma.

Dejaremos atrás los retratos pintados con lágrimas azules, delante, sólo la Luna llena.

El lago dónde nadaremos sudando por la danza, lleno de flores y velas flotando.

Así será nuestro sueño, Amor.

No habrá Genio ni Ifryta que lo impidan, serán cómplices de nuestro calor que ha fundido las murallas de plomo y oro.

«Lloraron los cielos desde la primera noche que se amaron hasta tres meses después.

La lluvia fue el Signo que certificó aquella unión, las lágrimas se le añadieron hasta formar una inundación».

Ilustración Arte Safávida, Isfahán. “Mujer tomando vino en soledad”.

“Bruce Lee en Somosierra”.

La primera vez que vi a Bruce Lee fue en un póster de la pared, en una casa del barrio de “Somosierra”. Se habían puesto de moda los “Nunchakus”. La siguiente vez que lo vi fue en un cine de Agadir, “Bruce Lee” en un cartel repintado y recordé la pasión que sienten los hombres árabes  por este tipo de cine.

En Somosierra había un cine, que  en mi infancia reformaron y se llamaba nada menos que “Cine Costa Sur”, aunque para todo el barrio era el “Cine del Tabobo”.

Recuerdo noches memorables, con mi madre viendo a Omar Sharif y Julie Christie en aquella mansión congelada de aquella falsa Siberia, rodada en España.

Junto a la salida del cine, en frente estaba el Kiosco de “Martín el Nervioso”, al que la gente cruel de la época le gustaba acosar, recordándole su enfermedad a gritos y burlas.

Recuerdo las películas de “Fu Manchú” en la “matiné infantil” que costaba menos de medio duro, y de noche ir a la sesión de adultos, mi madre vigilando los “rombos” dictatoriales en el cartel, a ver “Los Girasoles” con Sophía Loren y Marcello Mastroianni.

Llegó la “Teología de la Liberación” y con eso el barrio se hizo “comunista” en 1975 recién “muerto” Franco, el asesino.

Vino toda mi familia del Sáhara, huyendo de las tropas marroquíes que lo ocuparon.

En aquella iglesia cantábamos y veíamos películas en “Súper-8” de las hambrunas de “Mato Grosso”.

Ametrallaron a Bartolomé García Lorenzo, con quién pasaba tardes en la casa de los “curas comunistas” junto a su novia Mercedes.

Las piedras, barricadas y cargas de los “grises” borraron a Sophía Loren y la inocencia de mi infancia ametrallada.

En 1978 vi a mi padre salir a votar la “Constitución” y en 1979 ya no vivíamos allí.

En 1979 no era cosa simple ser transgénero. Robaba los tacones de mi madre y los llevaba en una bolsa con algunas prendas femeninas, que me cambiaba un poco lejos de la casa de mi padre. Me creaba una identidad ficticia y me socializaba como “niña”.

Harta de insultos y de golpes, trazaba mapas mentales de las calles que eran seguras para mí, y me recorría la ciudad por mi mapa mental de “alta seguridad”.

Me acostumbré ya con 16 años, a realizar ataques de venganza a los “tú aquí no entras, maricón” o los “esa en mi coche no se sube” para ir a la playa. Los “bájate de mi coche, maricón” a 7 u 8 kilómetros de mi casa eran vengados con violencia, porque no es fácil en una ciudad pequeña.

Todo se “solucionaba” llegando al punto de ataque por una ruta invisible llevaras el atuendo que fuera en aquel país en blanco y negro, con mucho gris y verde militar.

Le lanzabas una silla, o mesa llena de vasos y copas de vidrio encima al “objetivo” y desaparecías por una ruta segura de escape, mentalmente construida de antemano.

Un bolso con muchas cosas te permitía  cambiar casi completamente de aspecto, pasando por mi “mapa seguro” hasta llegar a salvo a casa.

Pasaba tardes y tardes en compañía de Yeyo Millet, el poeta marica maldito, que me hablaba de “La Ocaña” y de Toni Negri y  “Brigate Rosse”.

Y conocí Madrid, en 1982, y la maldad de Felipe González.

Para Timi, el chico guapo de reloj dorado.

Las Mujeres de Tizi-Ouzou.

“Autorretrato”, ilustración original de la autora, varias técnicas.

El cielo gris plomizo que la saludó al amanecer le trajo el recuerdo de Argel.

Argel maltratada, ultrajada. Asesinada, degollada y obligada a usar velo.

Un velo que significó la Libertad de las Mujeres en la Guerra de la Independencia.

Cargaban fusiles “AK” debajo del “Haik”, una prenda confeccionada con una mezcla de lana y seda, al 50%.

Si las Mujeres somos más, alrededor del 51% de media, ¿por qué estamos obligadas al mismo debate, eterno?

¿Por qué las Mujeres de “Tizi-Ouzou” libres y alejadas de ese Islam atávico, rigorista y falso fueron dobles víctimas?

El sudor del calor mezclado con arena del Sáhara en suspensión corrió por su labio superior, camino de su barbilla tatuada. Bajo la “mascarilla”, pelo suelto, sudada la nuca al estilo del nordeste brasileño.

La incomunicación impedía que ciudades casi iguales en esclavitud, machismo y pobreza racial se conocieran.

¿Cómo Río de Janeiro, Recife o Salvador no conocían a sus hermanas Casablanca, Argel u Orán?

«Pobre Conferencia de Bandung,– pensó mientras se secaba el sudor de la nuca-que un día significó tanto que partió en tres el Eje de la Guerra Fría».

Cuba, Angola, Uganda de Idi Amín.

Brasil, Mozambique y la India gigantesca.

La ciudad costera invadida por la Calima dormitó su estancamiento, que sólo se veía alterado por la conversación que reclamaba sobre “las medidas sanitarias”, y “el sudor bajo la mascarilla”.

Deambulaban las gentes de aquella ciudad chiquita, como una roca incrustada en el Océano.

Nadie la llamó

Sólo se comunicaban reivindicaciones, quejas y lamentos.

Cero iniciativas comunes en aquella ansia de poseer cosas.

Aquella manía de “la propiedad privada”, que les privaba de una comunicación colectiva y beligerante.

No quería oír hablar de “solidaridad”, aquel espectro quejumbroso llegado de lo clerical.

Los puñetazos saben mal, a óxido y sangre.

Rompen huesos y destruyen impunidades.

La “ropa deportiva” sustituyó a la violencia necesaria, que algo mudase.

Ajena a lo masculino, no mascullaba ninguna “revolución” por lo bajo.

No rumiaba contra “estrategias políticas equivocadas”, ella se enfrentaba a cara de perro.

Como las Mujeres de “Tizi-Ouzou”.

Anacarda Harrison-Ford.

Hurufiya

Anacarda no comprendía cómo el simple eco de su apellido compuesto, su «feminismo clasista» anclado en las canas de sus ideas sesenteras, no la habían convertido en un ente importante y potente

No era consciente, Anacarda Harrison-Ford, de vivir en una ciudad pequeña y ultra-provinciana, de medio pelo.

Una ciudad-residuo colonial no resuelto en la década de los 70, cuando debió ser devuelta y reintegrada al África geográfica y emocional al que pertenecía por naturaleza.

Anacarda lo había intentado todo.

Abusar de su privilegio de rica venida a menos para ser universitaria, cosa que logró con un resultado mediocre.

Anacarda se casó, pero una vez habida una hija, se desprendió de cualquier relación que la alejara del clan Harrison-Ford.

Educó a su hija en una estupidez excéntrica, y la hija obedeció en todo.

Al Clan mafioso-familiar al que pertenecía Anacarda, los Harrison-Ford, los identificaba una salud debilucha, de “genes” europeiformes trasplantados al África subtropical por mor del comercio con el Reino Unido, anteriormente “Imperio Británico”.

Anacarda Harrison-Ford languidecía, contra-programando y fustigando cualquier disenso con su modelo de pensamiento, que guardaba cierta similitud con su pelo.

Llamémoslo “feminismo asmático”, por el poco fuelle intelectual y por apoyarse en un mujerismo torpe, esgrimido como arma contra toda aquella que osara contrariar su opinión, mucho menos contradecirla.

Usaba para tales fines, Anacarda, una máscara corporal masculina, cabello gris cortado en un intento de aproximarse a Greta Garbo, y atuendo hippie-clasista-demodé.

Su voz era de cascarrabias, sin entender a sus casi setenta años, que no le correspondía vivir en el paralelo 28 que murchaba sus pulmones anglófilos.

Andaba por aquellos días aciagos, Anacarda, contrariada pues sus planes de vivir en una Comunidad Anciana Clasista, también se habían murchado.

¡Atención!

“Este es un aviso del Ministerio de Salud de los Clones. Este texto contiene ilustraciones que pueden herir la sensibilidad de las lectoras anacardiáceas. De hecho la contiene con el fin de herir, y así curtir, el alma sensible de la protagonista.”

Texto e ilustración originales de la autora. «Aviso» realizado por @MDesencadenada en conversación incidental.

“Interior”. Visiones de una “interiorana”.

Bajada del Bailadero, Anaga-Tenerife.

 

El policía le escupió un chiste a través del portero eléctrico de la Comisaría, cerrada a cal y canto por efecto de la Pandemia.

Se marchó, después de agradecerle con su tono de voz más comercial y fingir una leve sonrisa sonora.

 

Abandonó aquel lugar humillante y se topó de bruces con un cristal enorme, delante de un local. En la parte superior, un cartel rezaba “Proyectos de Interior”.

En el “interior” un hombre joven, con gafas y “ropa social”, como dicen en el Nordeste brasileño, vegetaba ante la pantalla de un ordenador.

 

Siguió andando y rondándole en la cabeza “Proyectos de Interior”, mientras se interrogaba a sí misma sobre el “interior”, el suyo propio y el de los demás.

Sobre cómo se construye el “interior”.

 

En Brasil el “Interior” es el espacio geográfico opuesto al “Litoral” y conforma un mundo complejo.

Sierras, mesetas, desiertos poblados por arbustos espinosos. Cañones de vértigo, muy altos y cascadas que se despeñan por precipicios enormes.

Así es también nuestro propio “interior”.

Precisa de reserva, cuidado y planificación.

 

“DECISIONES decorativas que LAMENTARÁS, según las ¡interioristas!…”

Me asaltó la vista en una Red Social.

Sigo mascullando la idea, en silencio, amando mi soledad.

 

La Soledad es un Tesoro que todo “interior” dispuesto a ser “diseñado”, situado geográficamente, y finalmente decorado, debe tener como mejor compañía.

Leo, mientras cultivo un “interior” diseñado exclusivamente para mí.

Nordestino, lejos del Brasil geográfico que apuntala mi alma, y con raíces aéreas de orquídea pues parasita lecturas, pensamientos y versos llegados de todas direcciones.

 

 

 

Silencio.

Para ver.

Más allá.

 

 

Dónde no hay silencio, no hay “interior”.

Hemos pasado mucho tiempo en el “interior”, en silencio y en soledad, confinadas.

Uso mi miedo para refugiarme en mi “interior”.

Lo comparto.

El rostro amado besa mi “interior”, con pasión, calor y arrobamiento sensual.

No conozco mayor felicidad que vivir en el “interior”.

 

 

“Interiorana”:  https://educalingo.com/es/dic-es/interiorana

El Diván.

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Acarició sus pensamientos en completa soledad.

Quiso mesar la barba amada, pero estuvo ausente del “matrimonio iraní por horas.”

Contempló los prodigios en forma de signo que visitaron su vida.

Un caracol de viscosa y lenta huella.

 

Comieron solas, ella y la banda de lobas y leonas que la acompañan.

Resonaron los acordes del maqam iraquí, con voz de mujer.

Pasearon sus ojos por alfombras, telas, pinceles, lápices y rodillos.

Tales eran las joyas que adornaban su total desnudez, en el sopor caluroso del mediodía.

 

Conversa matutina, sertón y cachimba femenina, baiana.

Dos décadas atrás.

Retrocedió y observó con la perspectiva de un mascarón de proa.

No quiso volver a aquel mal sueño, dónde murió el amor.

Alemán y guaraní. Brasileiro.

Sólo amó en silencio, torturada por la urgencia latinoamericana.

 

Hoy vivía suspendida en “matrimonio iraní, por horas.”

Horas establecidas por su Libertad, por el amor deshilachado que le iba quedando.

Sintió la falta de la barba que ella acariciaba, en aquel amor ingrato.

Murió la Democracia, en aquel amor de ella.

Cerraba los ojos y veía un diván afgano, de los que se ponen en el patio a la entrada de la casa.

Una fuente turquesa y verde, de azulejos, acababa por componer su sueño.

Ellos, dos carpas rojas, de las que se compran en Nawruz.

Nadando en círculos, engordando para morir.

 

Ilustración

Love Charms, a Sufi poem/kafi by Bulleh Shah painted by F. Zahra Hassan (text and painting from an album produced in 1997 in London.” https://fatimazahrahassan.com/2009/06/03/love-charms/

La República de las Mujeres.

Campamento

 

Le despidió con una Bulería.

“…Se acabaron los pleitos, primo

Que a ti te quiere tu madre, y a mí me quiere la mía…”

 

Y emprendió el Camino, sola.

Una vez más, armada de lápices, cuadernos, mapas y fotografías.

Ésta vez contaba con su voz y una grabadora.

Decidió contar cada paso que diera.

 

Ahora, aumentada la alegría de la Tribu con la gata-leona Wafa, que se unió en amor a Habiba, la Loba y Farah, la Exploradora.

Emprendieron la vía de asfalto, ardiendo por la canícula.

Las diminutas patas de la gata leona se protegieron sobre el lomo de la loba Habiba, que la cargó, haciéndola suya.

Todas con el firme compromiso de amarse y cuidarse, así como Farah con sus hermanas de Camino.

Un camino que cambiaría de los callados de playa a dunas altas, allá por los arenales.

 

El Campamento de Mujeres, que las tres transitaban, estaba hecho con ladrillos de Amor y cemento de Cuidados.

Firmes eran las paredes, y ellas amantes de los hombres, mujeres, niñas y niños. Jóvenes, viejas y animales.

 

República de las Mujeres en Expedición, y saltarían a las ondas de la Radio, una vez superado el obstáculo de Mercurio, enfadado desde meses atrás.

Habían logrado un acuerdo y transmitirían su amor por la Tierra y los Océanos, allá abajo, al sur de Agadir.

Sin reyes ni coronas, en alegre parlamento de risas, vino bulerías y alegría.

De Farah, las emociones y la Crisis alemana.

«Casamento na roça», Cándido Portinari, 1944.

Como funcionaria del Politburó no se le tenía permitido expresar la más mínima emoción, al romperse la rótula biónica en el tubo de transporte acelerado.

Las emociones espontáneas estaban reservadas para los cargos de confianza, técnicas y demás personal de “alto rango”.

Ella se permitió llorar, en secreto y sola, como rezaba en el “Convenio de Funcionarias de Bajo Rango” al que había sido degradada tras manifestar su simpatía por los jóvenes Clones que habían hecho Huelga para poder estudiar, allá por el año de Gracia del 3.011.

Lloró conmovida por todo el tiempo de rigidez al que estaba obligada a someterse durante el internamiento, reparación técnica de su rótula biónica con burdo alambre anti-cortocircuitos.

Estuvo esos meses férreamente controlada por el personal técnico de reparaciones, vigilada, observada y grabada por las cámaras incorporadas a utensilios tan insospechados y ridículos como pijamas, zapatos o platos y tazas.

Ay, cuanta tristeza, -dijo para sus adentros pensando en las lujosas piezas de coral in vitro y demás reparaciones reservadas a la Clase Alta del Funcionariado, al que un día perteneció.

Sólo al 5º mes fue autorizada a volver a su habitáculo, que lejos de ser lujoso y dotado de comodidades, como correspondía a una sub-Clon que se encargaba de toda Labor Doméstica, al menos le proporcionaba la ansiada paz, necesaria para seguir produciendo sus cuotas, de las que nunca estuvo exenta mientras reparaban su miembro-extensión accidentada.

Durante la “Gran Crisis alemana” se había dictado la Orden Suprema de explotar a las Clones Femeninas de más bajo rango, por el Alto Funcionariado, en pos de superar aquella inconveniencia de almacenar a las Clones que no reunían los “nuevos estándares post-crisis”.

Ella estaba exenta de tal medida, debido a su degradación, próxima al Desguace Total.

Se conformaba con encontrarse furtivamente con aquel Clon, residuo de la Huelga de Estudiantes, ¡que era capaz de llorar!

En secreto trazaron un plan, para poder renovar sus subrepticios encuentros, en cuanto ella pudo volver a su habitáculo monoplaza.

Uno de aquellos Sub-Clones llegados en naves destartaladas desde su continente, “Pánica”, le había instalado un Sistema de Comunicación magnética ilegal, capaz de burlar el constante barrido sónico del Politburó.

Por fin el Clon que podía llorar la regaría con sus lágrimas, de sabor comino y sal…

La soledad de las Mujeres.

Ruina de Volubiliss

 

 

Vivían, las mujeres, encerradas en sus casas, en aquella lúgubre ciudad vacía.

 

 

Refugio de aromas de inciensos, pinturas, libros y discos, conformaban el mobiliario necesario para agrandar su soledad.

 

 

Soledad.

 

 

Gatos y perros, pululan en la casa de las mujeres. Dormitan, sonríen.

 

 

No están tristes, las Mujeres.

 

 

Ya no.

 

 

Han comprendido que huir de la ciudad cruel, les ha devuelto la vida.

 

 

Lo comparten entre confidencias.

 

 

Nadie puede saberlo

 

 

Ya les han arruinado su pasaje por las calles, antaño fuente de alegrías y bullicio.

 

 

Puerto con aromas rusos, japoneses, coreanos.

 

 

Ya no está ni el olor a salitre.

 

 

Ha sido sustituido por olor a gasóleo y mar infectado.

 

 

Las amigas parten.
Se van.

 

 

Akis Kaurismakis nos dice que «Sólo hay esperanza si las mujeres se levantan y se rebelan. Sólo las Mujeres. Ellas son el Futuro».

 

 

El Futuro está cerrado, en casa. Hemos perdido las ganas de lidiar con batallas estúpidas sobre el sexismo de las imágenes, que nosotras mismas hemos resignificado.

 

 

Hemos tomado nuestros cuerpos desnudos para mostrar cuál es el Campo de Batalla.
Dónde está y que lo compone.

 

 

El agotamiento de un modelo me hace no querer escuchar más palabras.

Palavras, parole, paraulas, words, mots.

كلمات

 

 

Por eso me quedo, nos quedamos las mujeres, en Soledad.

 

 

Aún seguirán viniendo a decirnos que lideremos no sé qué revueltas.

 
Que ellos, sin nosotras no saben.

 
No pueden.

 

 

Ya no creo en nada.

 

 

Sólo en la Soledad.

 

 

Lavaré mis harapos.

 

 

Saldré a la calle obligada, dotada de un velo que me haga invisible.

 

 

Huiré de cualquier conversación que se convierta en una lid malaventurada.

 

 

Fingiré que no escucho los comentarios a mi paso.

 

 

Los que hacen a mi espalda.

¡Ay! Esos son los que me han traído mi bendita Soledad.

 

 

Tristes calaveras que serán, moviendo sus mandíbulas, me han hecho perder la Gracia.

 

 

Ayer partió la amiga, para no volver.

 

 

“¿Quién sabe si la pequeña Marilyn no nos marcó la ruta?”, pregunta Pasolini en “La Rabia”.

 

 

Akis Kaurismaki, entrevista:

 

 

I-Ching el libro de las Mutaciones. Hexagrama 12 “La Gracia”:
“La gracia, la belleza de la forma es necesaria para que toda unión sea armoniosa y amable y no caótica y desordenada.”

 

 

 

“La Rabbia” Pier Paolo Pasolini, 1963 “Poema para M. Monroe”:

DÍA Y NOCHE. في يـوم وليـلة

P1040514

 

 

¿No es mi cuerpo enfermo y derrotado un trofeo para mis enemigos?
¿No es una escarapela más a colgar en sus expedientes oficiales paraestatales?
¿Por qué pagué tan alto precio?

 

 

Ser una Mujer Libre tiene un costo muy elevado.
Lo fui, lo soy.

 

Día y noche.

 

No dejo de hacer una batalla ni un solo día, aún enferma y arruinada, mi vida.

 

Cuando pido un abrazo, él, me llama “moja calzoncillos.”
Dice que, yo, hablo y escribo como en una novela de cuarta categoría.

 

 

Una mujer iletrada, que sólo sabe de oídas y lecturas fugaces.
Mi patria y mi casa fueron una fogata, un techo de estrellas en la noche, y un suelo duro en el que dormir.

 

Mi ejército son mi lengua, cuerdas vocales y pulmones.
Cada discurso mío es una ráfaga de “Avtomat kalashnikova-AK-47”.
Cada palabra tiene un alcance de 443 metros, calibre ‎7,62 x 39.22 Long Rifle.

 

Cuando me abro al Amor, me piden Dinero.

 

Quién sabe qué idea tienen de mi, triste espejo en el que reflejar sus miserias.

 

Ignorancia y  falta de argumentos, para alguien que va con su corazón sangrante servido en un plato.

 

Un espejo de lucha, heridas, golpes y sangre que salió de mi oído.

 

 

No vengo a teorizar nada.

 

Mi venganza será continuar esta batalla sin cuartel.

 

 

El hombre que organizó mi tortura con una violación múltiple ha muerto.

 

 

El hombre que me secuestró con dieciocho años para encerrarme en una jaula de oro ha muerto.

 

 

El hombre que me violó con apenas ocho años, apenas una niña, ha muerto.

 

 

El Estado que aborrezco, me ha compensado por eso.

 

 

A los ocho años huí de la casa de mi padre, en un barco.

 

 

A los dieciocho años huí de un secuestro. Sentada al lado de mi secuestrador. Tren y bus, para sortear las fronteras. Guerra del Líbano 1986-1989. Es el final de la Guerra.

Me zafé de su brazo, corrí y viví al raso, más de tres años.

 

 

Voy de la mano de mi hermana, y respondo con insultos mordaces a los piropos de dos antropomorfos vestidos con bermudas, que ríen de un sin techo, que vomita su vida tumbado en un banco.

 

La ciudad se muestra inmune al dolor, el sufrimiento y el maltrato.
Ambulancias amarilleantes, preguntan al moribundo si desea ser atendido.

 

Taxi, calor, humedad.

 

Engaño masculino, calculado, taimado y feroz.

 

Flota.

 

Bambolea en perfiles con fotografías, que bailotean en un teléfono móvil, al ritmo de los pulgares.

 

Las mujeres ríen, hermanas.
Huyen de los abolengos rancios de unas islas malditas hace cinco siglos.
Vamos camino al sexto siglo de maldición.

 

 

El apocalipsis urbano las invita a bañarse en un mar industrial, con olor a gasóleo. Iridiscente superficie, con mareas, olas y corrientes artificiales.
Les hablan de la “ingeniería de la alimentación”.
Rechazan lo zafio y falaz de la parlante, cuando la ven lanzar una colilla en la orilla de la playa.

 

Huyen, duermen, las mujeres.

 

Despiertan deseando prenderle fuego a los poemas mal hechos.
Los tacones vuelan entre las manos de ambas en festín delicado. Ropas, peluquerías y pinzas animan el canturreo de sus voces.

 

La madre reseca e hiriente las hace huir, juntas, de la mano.

 

De nuevo.

 

Huir, es la propuesta.

 

 

AK-47:
https://es.wikipedia.org/wiki/AK-47