Así, como había visto el Océano aquella tarde, revuelto, con una fuerza capaz de arrastrar toda la Tierra hacia las profundidades abisales, estaba su corazón. Removido, como las grandes rocas que aquellas olas bravas, gigantes, bamboleaban en el fondo.
Miles de emociones se agolpaban en su cerebro, incapaz de asimilar tanto cúmulo, tanto desparpajo, capaz de arrastrar un pedazo de costa, de una mordida de ola marina.
Personas, animales, objetos, flores, puertas arrancadas y barcos bamboleados. El resultado de aquella marea infernal, casi de fuego, si no fuese por lo gélido de las aguas del Atlántico en aquellos primeros días de Marzo…
Contempló como las nubes viajaban a velocidad de vértigo, cambiando de dirección, rolando de norte a sur, de sur a norte, y de repente aquel sol, iracundo, cuando estaban en el centro del ciclón. Duraba una media hora, empezaba a llover.
Un aguacero, por todas las lágrimas derramadas a lo largo de toda su vida, que en media hora hacía invisible el camino, arruinaba su ropa seca, y la hacían totalmente frágil. Como aquella hojarasca, a merced del viento huracanado. Como aquellas ropas tendidas que se agitaban como látigos infernales.
En medio de aquella tropelía, que era la vida, vivía su corazón.
Maltrecho a veces, feliz otras.
Como aquellas tazas de café, halladas en medio de las ruinas, blancas, relucientes, esperando a estar llenas, con el delirante aroma de café, infusión sanadora, compañera del olvido, de la soledad. Sorbo, que arrastraba sinsabores de años.
Arañas esperando, a que amainase el aguacero. Para seguir tejiendo, y devorando, tejiendo, devorando… Por toda una vida, de araña.
La sorpresa, de un día de aventura, en compañía de los hermanos, Mariposa, enamorada de una cucaracha, y Luciérnaga de ojos azules, brillando de alegría, de ser aprehendidos en comunidad los tres, en medio de la tormenta, que azotaba el Océano…. Por la Vida.
Fotografía de Farah Azcona Cubas. Todos los Derechos Reservados.