DE LO INCREÍBLE, LA CIENCIA Y LAS MUJERES.

Hacía días que yacía presa del dolor por su operación. Una cirujana, mujer valiente y de enorme destreza médica, había acabado con sus problemas de raíz, y nunca mejor dicho. Su cara inflamada en uno de sus carrillos, que había adquirido las dimensiones de uno extraordinario, le daba unos latidos profundos, tratados con la Ciencia.
Aquella misma Ciencia dominada por el Capitalismo feroz que dominaba, esclavizaba y asesinaba a miles de personas en un solo día.
En un solo día el Terremoto de Nepal había acabado con seis mil personas y esa loable destreza no había conseguido pararlo. Contempló la Ciencia con pena, por los maravillosos resultados, cuando puesta en manos de una mujer joven y cirujana obraba milagros, y cuando puesta al servicio de la devoradora máquina del Capitalismo arrasaba un país en una sola noche.
“Drones” volando, para vigilar la Franja de Gaza, irrisorio pedazo de tierra que aún mantenía la bandera de Palestina en alto. Una sola bala lanzando a miles de personas a protestar por otra muerte injusta de un afroamericano. Una más, que ciertamente no sería la última.
Desde lo vulnerable de su estado de salud, que lentamente se restablecía, pensó en como varían los tiempos según quién y cómo los maneje…
En manos de una mujer cirujana con interés médico hacía milagros y lo volvía todo lento, quien sabe para que se admirase la labor y belleza del trabajo realizados.
En manos de lo más asesino del Capitalismo, y en sólo cuatro horas, miles de hombres, mujeres y niños muertos. Ancianos enfermos soportando las bombas, incendios y penurias de un ataque bélico. Niños con miembros amputados y quemaduras gravísimas, que marcarían su vida para siempre. Pesadillas y sudores en medio de la noche. Angustia de sus padres por no poder darles el Futuro cierto con el que habían soñado cuando les trajeron al Mundo. Doctoras, cirujanas impotentes, al ver su Hospital bombardeado, sin luz, o desmantelado por el rapaz capricho de gente sin alma que hace de la salud un negocio.
Negoció con su cuerpo y este no le respondía. La Naturaleza seguía su propio tiempo, sus normas no pueden ser desafiadas.