De Farah, la sombra de la gaviota, y los tacones de madera en la playa.

Después de almorzar, como ya era habitual desde que ella y su loba fiel vivían al lado del mar, fuente de sal y prestigio para ambas, se fueron a dar un baño. 
Farah vistió tanga rojo de baño de Brasil y una camisa de tirantes transparente a modo de vestido, con lo que se zambullía en el mar. 

Anudó un pareo, que decía “Ordem e Progreso” con el dibujo de la bandera de Brasil, a sus caderas, calzó sus tacones de madera de lunares blancos y negros, y cogió un bolso retro de crema “Nívea”, terminando con una diadema lila y sus gafas a lo Kim Novak.

Descendieron la calzada y despertaron el estupor de los pre-púberes que chapoteaban en el agua al contemplar a Farah, cual fuese Sonia Braga en “Tieta do Agreste”.

Quitó el arnés de Habiba se desnudó y las dos se lanzaron al agua. Salió cual sirena despegándose las telas de su cuerpo mojado y se vistió mientras secaba la carita de su loba fiel, y juntas decidieron dar un paseo y explorar nuevos territorios. La sombra de una gaviota que aprovechaba la turbulencia de aire para quedar planeando en el cielo pasó por encima de las dos, y las hizo sentirse libres.

Entrada la tarde encontraron a la sirena preocupadísima, al vivir una situación difícil y no saber como resolverla. 
Farah intentó abrirle los ojos por enésima mil vez, recibiendo el rechazo y un portazo en la nariz que la dejó estupefacta.

Nada la haría cambiar de idea: los niños deben ser criados en Libertad sin impedirles que se desarrollen en la educación dentro de la Comunidad, y si sus padres fuesen un obstáculo para ello quedarían a cargo de la comunidad, que velaría por sus intereses futuros, se dijo interiorizando y haciendo suyas las palabras de Bakunin.

De Farah, revoloteando en el estómago del Amor.

Sintió como las dudas del maravilloso hombre que la cortejaba, le amartillaban el estómago. Se sintió revolotear, cual Mariposa monarca africana, en pos del Amor. No pudo soportar un día más sin su voz, y sin su presencia.
A sólo cinco días de su mágico encuentro, él le transmitió sospechas, dudas, cuestiones de fidelidades, sin saber que llegado aquel punto, no había vuelta atrás para ella, que no se interesaba por ningún hombre hacía más de dos años, cuando recibió el hachazo de la maldad que le cercenó el corazón.
En ese momento mandó tatuar su barbilla, pues pensó que nunca más sería posible vivir el amor, al menos para ella.
Sintió como el amor había muerto para ella. Lloró en carne viva, gritó y zarandeó. Destruyó todo cuanto estaba a su alrededor, su vida hecha, dejó la casa, el sofá, como decía Silvio Rodríguez, y huyó al desierto para no morir de soledad y de desamor.
Se sintió bien en el ambiente hostil del desierto, ante la imposibilidad de gustarle a nadie, segura de que viviría como viuda Touareg el resto de su vida.
Los signos, que le mostraron golondrinas muertas de agotamiento después de volar desde África, le mostraron su estado de ánimo, y descansó en la muerte de la compañera golondrina, sintiéndose extenuada, sin solución, y feliz de estar en el sitio justo, en el momento justo.
Viajó al interior del desierto y se alejó por completo de la vida. Deseó dormir eternamente, contemplar sólo volcanes y ruinas, que formaban parte de su corazón. Solamente gallos y cabras, de vez en cuando algún jumento, la despertaban de su mutismo. Evitaba cualquier compañía, caminando por el desierto con su loba Habiba, fiel compañera que jamás fallaba.
Se dejó convencer para volver a la pequeña ciudad, deseando el callejeo y la vida a raudales, de nuevo, en el agreste, dónde crecen higos indios de color rojo, Agrimónia y tantas riquezas ignoradas.
Contempló el güelfo recién nacido de una camella blanca, y su felicidad fue plena, al margen de todo lo demás, y se abandonó al amor insospechado…..

DE FARAH, SOLA, ENVOLVIÉNDOSE EN SI MISMA.

Al parecer, la noche y el tránsito de Ishtar a través del Sol la habían dejado sumida en un océano de lágrimas de su interior.
 No encuentran ya, salida.
 No desea llorar más.

 Jamás imaginó gente tan recia, como cuero de camello, y que se negase a participar de su clan, más activamente.

Aún así no se sintió sola, al saber que, allá lejos estaba su estrella, princesa del Rif, bajo su Parasol, ataviada de azul, abriéndole los ojos ante la menor pelusa que cayera en ellos.

Noctiluco la sorprendió, por una timidez que no le daba confianza, y pensó que tal vez fuese un vampiro más, que estudiaba su oportunidad para clavarle el diente y hacerla vampira, y cómplice de una relación de sentido único que, ella, jamás desearía.

Siguió rampando por el desierto, esta vez urbano, sin más compañía que la de su perra, y su clan familiar más próximo. Una familia cercana y que la quería sinceramente, cosa que no esperaba, acostumbrada al maltrato y al rechazo.

La incomprensión la alcanzó de lleno, en el centro de su corazón, como si llevase impresa una diana, y se entristeció de la envidia y del egoísmo, del doy hasta dónde me conviene

Farah tenía un alto sentido del amor tribal, y era celosa guardiana de los suyos, y ella sabía perfectamente quienes eran. No se dejaba engañar por unas tristes migajas de tristeza y rabia, deposiciones del amor mal resuelto.

Resolvió desaparecer en la arena de una isla gigante, y descentrarse un poco del Tarajal Grande, cual multinacional trasladada a Asia, hablar con gente diferente, conocer a alguien que le devolviera la confianza, y eso debería de hacerlo sola, como siempre.