
¿No es mi cuerpo enfermo y derrotado un trofeo para mis enemigos?
¿No es una escarapela más a colgar en sus expedientes oficiales paraestatales?
¿Por qué pagué tan alto precio?
Ser una Mujer Libre tiene un costo muy elevado.
Lo fui, lo soy.
Día y noche.
No dejo de hacer una batalla ni un solo día, aún enferma y arruinada, mi vida.
Cuando pido un abrazo, él, me llama “moja calzoncillos.”
Dice que, yo, hablo y escribo como en una novela de cuarta categoría.
Una mujer iletrada, que sólo sabe de oídas y lecturas fugaces.
Mi patria y mi casa fueron una fogata, un techo de estrellas en la noche, y un suelo duro en el que dormir.
Mi ejército son mi lengua, cuerdas vocales y pulmones.
Cada discurso mío es una ráfaga de “Avtomat kalashnikova-AK-47”.
Cada palabra tiene un alcance de 443 metros, calibre 7,62 x 39.22 Long Rifle.
Cuando me abro al Amor, me piden Dinero.
Quién sabe qué idea tienen de mi, triste espejo en el que reflejar sus miserias.
Ignorancia y falta de argumentos, para alguien que va con su corazón sangrante servido en un plato.
Un espejo de lucha, heridas, golpes y sangre que salió de mi oído.
No vengo a teorizar nada.
Mi venganza será continuar esta batalla sin cuartel.
El hombre que organizó mi tortura con una violación múltiple ha muerto.
El hombre que me secuestró con dieciocho años para encerrarme en una jaula de oro ha muerto.
El hombre que me violó con apenas ocho años, apenas una niña, ha muerto.
El Estado que aborrezco, me ha compensado por eso.
A los ocho años huí de la casa de mi padre, en un barco.
A los dieciocho años huí de un secuestro. Sentada al lado de mi secuestrador. Tren y bus, para sortear las fronteras. Guerra del Líbano 1986-1989. Es el final de la Guerra.
Me zafé de su brazo, corrí y viví al raso, más de tres años.
Voy de la mano de mi hermana, y respondo con insultos mordaces a los piropos de dos antropomorfos vestidos con bermudas, que ríen de un sin techo, que vomita su vida tumbado en un banco.
La ciudad se muestra inmune al dolor, el sufrimiento y el maltrato.
Ambulancias amarilleantes, preguntan al moribundo si desea ser atendido.
Taxi, calor, humedad.
Engaño masculino, calculado, taimado y feroz.
Flota.
Bambolea en perfiles con fotografías, que bailotean en un teléfono móvil, al ritmo de los pulgares.
Las mujeres ríen, hermanas.
Huyen de los abolengos rancios de unas islas malditas hace cinco siglos.
Vamos camino al sexto siglo de maldición.
El apocalipsis urbano las invita a bañarse en un mar industrial, con olor a gasóleo. Iridiscente superficie, con mareas, olas y corrientes artificiales.
Les hablan de la “ingeniería de la alimentación”.
Rechazan lo zafio y falaz de la parlante, cuando la ven lanzar una colilla en la orilla de la playa.
Huyen, duermen, las mujeres.
Despiertan deseando prenderle fuego a los poemas mal hechos.
Los tacones vuelan entre las manos de ambas en festín delicado. Ropas, peluquerías y pinzas animan el canturreo de sus voces.
La madre reseca e hiriente las hace huir, juntas, de la mano.
De nuevo.
Huir, es la propuesta.
AK-47:
https://es.wikipedia.org/wiki/AK-47