Cuando oigo un chorro de agua y un pájaro que canta quedamente en el viento de la tarde, ahí me pongo a escuchar a mi alma.
Si tal cosa existiese, el alma, esa sería sin duda mi religión.
Los rituales que conmueven mi psique y mi corazón, trascienden la normativa de oraciones, mezquitas y gimnasias orientales.
Desde muy joven aborrecí el Orientalismo por su rechazo a los Deseos, como “distracciones de algo más elevado”.
¿Puede existir algo más elevado que un Deseo?
Cuando los deseos son multitudes, forman un árbol que conforma nuestra Felicidad.
Si por algo detesto las expectativas es porque desafían a los verdaderos deseos, y nos hacen confundirlos con meros y vanos momentos que nos apartan de nuestro querido árbol.
Cada quien tiene el suyo.
Existen Flamboyanes de color de fuego y hojas que se ondulan con la brisa.
Jacarandás de púrpura copa y manto.
Palmeras de sonido tropical al mecerlas el viento.
Arbustos, cactus y euforbiáceas componen el gran mosaico de deseos.
Entra pues, de mi mano, al Jardín de los Deseos y no dejes que nada enturbie tu felicidad.
Que nadie te haga llorar ni te lleve a la miseria, y si llega ese momento, observa, pues ha dejado en tierra rasa lo que por ti misma cultivarás.