Farah, la Sura y los Genios.

Lo vio entrar al tren, acompañado de una mujer, y adivinó que era su pareja.

Por la forma de acompañarla al asiento, por su aparente sumisión al paso femenino.

Ella no lo reconoció al entrar.

Ojos gastados tras lentes rosas, mientras conversaba con dos mujeres cubanas, las tres en la plataforma anterior a los asientos.

Mientras hablaban sobre el precio del transporte, sintió una mirada clavada en su nuca y se giró.

Lo vio mirándola.
Parecía rogar con terror.

Que ella no montara una “escena”, por descubrir, a golpe de puerta automática, sus mentiras.
Sólo una mente burda y estafadora como la de él podía imaginar tal cosa.

Ella se sorprendió, sólo a medias, siempre lenta, educada para la frialdad glacial en ese tipo de situaciones, desde su infancia de abuso.
Se sorprendió aún más, al comprobar lo poco que le dolía, quizás por esperado.
La cara de terror del hombre la hizo girarse, sacándolo de su ángulo de visión, su especialidad.

Se acercó a la puerta del vagón, mujer Fulani del Sahel.
Permaneció de espaldas al terror masculino, observando la ciudad pasar a ritmo de vértigo.

Llegó por fin a su parada, y se bajó.
Sin mirar atrás, fingiendo que no le importaba.

El hombre de Egipto le habló de “las seculares diferencias entre hombres y mujeres”.
La dichosa “costilla” de la que según él venimos la mujeres, saltó de entre las palabras y se le clavó en el corazón.
Confirmó, el hombre, aquel golpe de puñal, negando a Darwin.

Se sintió sobrecogida, dos hombres más allá, y recordó su absoluta falta de confianza hacia la mayoría de los hombres.
Argumentaban contra la Verdad con taimados discursos.
Ella, educada en el abuso, busca ansiosa el daño de los hombres.
Lo relaciona con el Placer.
Días de muchos desgarros auguraba el fin de la primavera.

Ramadán.
Anduvo en silencio, ensimismada.
Los Genios apagaron el fuego que calentaba el Hammam de su casa.

Se aprestó a escuchar la voz infantil que leía la Sura del Corán.
Eligió la 113, para desprenderse de tanto sortilegio doloroso.
Recordó el perfume del Benjuí quemado.
Preparó su manto nuevo, esperando la “noche del Destino”, 27 de Ramadán.
La piedra de Alumbre ya estaba preparada para quemarla en la puerta de la casa.

Todo con tal de liberarse de de aquellas sombras oscuras, que hablaban de “costillas”, y de “por qué ella no encontraba al hombre adecuado”.
Todo iba a desaparecer, cuando acabara el Ramadán.

Ella la mujer Fulani de barbilla tatuada, sabía cómo funcionaban aquellas sombras, y como alejarlas.
Se acercan a tu cama de noche.
Acarician tu cuerpo desnudo, apenas eres una niña.
Te educan en la culpa,  y pretenden manipularte con sus argumentos, tan viciosos como sus vidas.
No lloras, resistes, y el pellejo se te pone muy duro.
Y así comienzas a decir:
“Tomo refugio en el Alba…”

Sigues evolucionando, con sólo cinco versos.
Te acercas a tu corazón y te sacas el puñal.
Una herida más, o dos.
Cicatrizará.

Fulani:
Hammam:
 
Sura 113:
 
La Noche del Destino:

2 comentarios sobre “Farah, la Sura y los Genios.

  1. El texto tiene una atmósfera muy poética; emociona y conmueve. Cada relato nos desafía y estremece. Espero que sigas llenando esa libreta prodigiosa y continúes compartiendo tus maravillosos manuscritos en el blog.

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  2. Querida amiga:
    Tu relato me ha conmovido y me ha parecido tan sincero y tan cercano qué prácticamente lo he vivido.
    Siento tu corazón palpitando y sufriendo. Siento tu mente con la mía.
    ¡Cuántas verdades de una sola vez!
    ¡Cuántas mujeres identificamos el abuso de los hombres con atención!
    Te siento, hermana. Lloro contigo de la mano.
    Abrazo fuerte.

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