Al parecer, la noche y el tránsito de Ishtar a través del Sol la habían dejado sumida en un océano de lágrimas de su interior.
No encuentran ya, salida.
No desea llorar más.
Jamás imaginó gente tan recia, como cuero de camello, y que se negase a participar de su clan, más activamente.
No encuentran ya, salida.
No desea llorar más.
Jamás imaginó gente tan recia, como cuero de camello, y que se negase a participar de su clan, más activamente.
Aún así no se sintió sola, al saber que, allá lejos estaba su estrella, princesa del Rif, bajo su Parasol, ataviada de azul, abriéndole los ojos ante la menor pelusa que cayera en ellos.
Noctiluco la sorprendió, por una timidez que no le daba confianza, y pensó que tal vez fuese un vampiro más, que estudiaba su oportunidad para clavarle el diente y hacerla vampira, y cómplice de una relación de sentido único que, ella, jamás desearía.
Siguió rampando por el desierto, esta vez urbano, sin más compañía que la de su perra, y su clan familiar más próximo. Una familia cercana y que la quería sinceramente, cosa que no esperaba, acostumbrada al maltrato y al rechazo.
La incomprensión la alcanzó de lleno, en el centro de su corazón, como si llevase impresa una diana, y se entristeció de la envidia y del egoísmo, del doy hasta dónde me conviene.
Farah tenía un alto sentido del amor tribal, y era celosa guardiana de los suyos, y ella sabía perfectamente quienes eran. No se dejaba engañar por unas tristes migajas de tristeza y rabia, deposiciones del amor mal resuelto.
Farah tenía un alto sentido del amor tribal, y era celosa guardiana de los suyos, y ella sabía perfectamente quienes eran. No se dejaba engañar por unas tristes migajas de tristeza y rabia, deposiciones del amor mal resuelto.
Resolvió desaparecer en la arena de una isla gigante, y descentrarse un poco del Tarajal Grande, cual multinacional trasladada a Asia, hablar con gente diferente, conocer a alguien que le devolviera la confianza, y eso debería de hacerlo sola, como siempre.
Cuantas más pelusas, pelusos y asimilados, más dioptrías y perturbación inútil. Nos salvan los instantes lúcidos y placenteros que podemos vivir incluso un sábado durante una tórrida y borrornosa jornada de trabajo en un ambiente hostil. Cuando alguien a quién amas y agradeces a la vida haberlo conocido, te nombra princesa del Rif, te vuelves invulnerable… o casi.
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Cuando te sientes agotada, defraudada y a punto de la arcada, es bueno tener una amiga princesa y ver su imágen en mi mente, saber que me quiere y yo a ella. beso
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👏👏👏
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