“Ishtar, la lluvia y la amada amiga que se fue”.

Aún no amanece.

La lluvia te despide. El mismo cielo llora tu partida, amada amiga.

Atisbo en el balcón y veo a Ishtar, el Lucero de la mañana, y sé que estarás ahí.

Espérame, que no tardo en acudir a abrazarte.

Lágrimas que no me dejan ver nuestras letras queridas, serán pocas pues sé de tu apego a la Alegría y la Risa.

No me extiendo, cualquier palabra más te ofendería.

Para siempre en lo más hondo de mi corazón, amada amiga.

Will You Still Love Me Tomorrow?

¿Aún me amarás mañana?”

Es una frase que dejé de tener en mi mente hace años, muchos años.

Muchas noches de “palabras no dichas” precedieron al desencanto.

A la Pasión por mi misma y mis ideas.

Por pasar horas enteras, días, meses contemplando la nada absoluta.

Comencé a enamorarme en secreto de los dibujos, las líneas que surgían de mi lápiz al agua, que se volvía azul.

Ojos que se encontraron al borde del mar, ojos que se lamieron ante las lenguas de fuego de una hoguera en la arena.

 

Y ese mismo día, me enamoré de mi Vida, de mis Letras y Artes.

De los Animales que me acompañaron, porque el amor es así, raro

Raro como un diamante, difícil de encontrar.

Los colores de la acuarela que nunca salieron de tus ojos ni de tus labios. Las teclas del piano que no tocaban tus dedos al acariciarme.

Y, créeme, no fue fácil admitirlo.

Que detestaba todas aquellas discusiones sobre mezquindades que desvelaban la total ausencia del Amor.

Aquellos pulsos entre tu cerebro y el mío, multiplicados por cien, doscientos, por mil.

Agotado, mi corazón se refugió en el único Amor, el Uno.

Y no me refiero a aquel amor torpe de mis dieciséis años.

¿Es amor del que pueda estar segura?”, latía en mi corazón adolescente, joven e inexperto.

 

Corazón.

 

Hoy sé que es exactamente lo que llena mi Amor, elevado e incomprensible para la abrumadora mayoría.

En un año, casi dos, de esta enfermedad global que ha matado a cientos de miles, millones que también amaron, amaban y ya no amarán, tropecé con dos corazones de piedra.

Uno me dijo que “era única”, otro ni recordaba mi nombre, nunca.

Yo amé, lo que vino después ya lo borré.

 

Las Brujas.

Le Streghe” (Las Brujas) es un film italiano de 1967 que incluye cinco historias de las que quiero señalarles una, “La strega bruciata viva” (La bruja quemada viva), dirigida por Luchino Visconti e interpretada por Silvana Mangano entre otros grandes actores.

La trama muestra a “Gloria” una famosa actriz (S. Mangano) que llega en helicóptero a una localidad invernal, invitada por su amiga para celebrar el aniversario de boda de ésta.

Gloria se desvanece y queda sin sentido, mientras sus amigos se dan cuenta de sus adornos artificiales: esparadrapos que tiran de sus ojos, pestañas postizas, mientras se los van arrancando y retirando, disfrutando de cada una de sus imperfecciones.

Fruición, maldad, envidia de un “oropel”.

Recuerden esta escena.

Gloria se da cuenta de que está embarazada y se lo comunica a su marido, quien decide que ese bebé no nacerá y la diva continuará con los compromisos de su carrera.

Gloria se recompone y se va de nuevo en helicóptero posando perfectamente maquillada para los fotógrafos.

A propósito de la tal “Ley Trans” se ha desatado un sentimiento rayano a la ciencia forense, tipo autopsia, de los procesos de transición de género y sexo, batidos enérgicamente con lo queer, en una coctelera que va del odio a la “ventriloquía”.

Las mujeres trans* nos hemos sentido como “Gloria” durante su desvanecimiento, y se han subrayado de nosotras todo tipo de imperfecciones y maldades.

Esta escena de Silvana Mangano me impactó en la infancia, y sigue pareciéndome la mejor metáfora de ciertos procesos de “cacería, aturdimiento, autopsia y taxidermia” a personas o colectivos enteros.

También se ha ejercido la “ventriloquía” desde ciertas voces femeninas, que de tanto apoyarnos elaboraron tratados y enciclopedias sobre “como debe ser/ como es una vida trans*”, porque parecemos “desvanecidas”, pero nos levantaremos y continuaremos nuestro camino como “divas” hacia nuestras propias utopías e ilusiones, nuestro idilio propio con la vida.

No es la primera vez que nos atacan en masa. No será la última. Quienes tenemos cierta edad venimos de una Guerrilla por la Supervivencia.

Somos fuertes, combativas y tenemos voz propia.

Soy rencorosa, (es broma) y mascullo en ese rencor mis pensamientos hasta que doy con una respuesta elaborada lentamente. Soy una bella serpiente llena de ciertos artificios y ornamentos que me hacen sentir bien, cómo “Gloria”.

Me interrogaban en estos días sobre “cuáles son mis referentes de mujeres trans”, y yo entendí que no responde a mi carácter, lamento ser una mujer roja hija de la Guerra Fría, sector rojo, piso Disidencia, eso de tener ciertos ídolos a los que adorar o imitar.

Sé que soy complicada y que es difícil entenderme, por eso me paro reflexiono y escribo.

El primer “referente” que me viene a la cabeza es «La Ocaña», seguido de Nazario y de Shangay Lily. Por revolucionarias y por llevar consigo toda esa cultura que osciló entre lo soviético y lo viscontiniano. Entre la dureza de Pasolini y la dulzura de sus poemas.

Y dirán ustedes que ni son trans, ni mujeres, porque no, tampoco yo tengo que identificarme obligada por la urgencia de sus incertidumbres.

No pretendan que sea lo que nunca he sido ni sé si deseo ser. Respeten también la Libertad de las generaciones futuras, no se equivoquen de “referentes” ni condenen a la gente a ser “muñecos rotos” pseudo-pornográficos. Respeten nuestro derecho a dudar, equivocarnos y no tener una respuesta inmediata sobre como son nuestras vidas, como eran o serán mañana.

Ustedes están en el mismo lugar, pero no necesitan leyes “especiales” para tener Derechos Humanos, para acceder a un trabajo o ser respetadas en el espacio público. Piensen por qué.

Versión italiana de este mismo artículo: https://farahylosclones.com/2023/08/01/le-streghe-e-il-diritto-delle-donne-trans-versione-italiana-traduzione-dallo-spagnolo-juan-jose-coy-giron-versione-italiana/

Girasoles, Milagros y Afectos.

“…Cogeremos los girasoles del fin del año…” Djavan & Cássia Eller.

Quiero fingir que mi alma no llora en forma de moco, tos y resfriado.
Agarro la excusa para cantar silbar por las calles, esa musiquita que habla de Milagros.

La agarro muy fuerte.
La dejo ir.

Tú traición, una más, dejó nuestra casa sumida en la enfermedad.

Una nube de parásitos imaginarios, nos atacan.

A las únicas y verdaderas propietarias de esta, nuestra, casa.

Una mujer, fragilizada y precaria, asistida por una perra con alma de loba durante trece años.

Nos queremos y consolamos.

Durante estos trece años ha habido intentos de emocionarme. A veces he dejado que crean que lo han logrado.

Me gusta comprobar hasta dónde quiere llegar la miseria humana, la mezquindad y el desamor.

Nadie ha logrado desplazar ni un milímetro a Habiba de mi corazón.

Todas las “candidaturas” han fracasado o han sido rechazadas.

Tengo unas amigas que son como diamantes.

Aquilatadas en nuestra experiencia de mujeres maduras.

Somos duras, nuestras aristas cortan, y somos muy sensibles, acristaladas.

Desechadas por la mercadotecnia, que todo lo mide.

Descatalogadas, y sin prisa por responder.

Meditabundas, mismo en grupo, aportando soledades ricas y llenas de conflictos, problemas cotidianos y contradicciones.

Tres conflictos y quince insultos más allá, recuperó el aliento.

Eso pensaba.

El aliento no volvía y se dio un tiro de bronco-dilatador, del más barato.

Cura más, y respiras mejor…

https://youtu.be/di5-K85j5jo?si=x0q07h2fHiXyqRt0

El hijo más bello de Çanakkale.

Joven durmiendo, miniatura de Levni, Museo del Palacio Topkapi.

Todo comenzó un mes antes.

Volverlo a ver significaba para ella un mar de incógnitas, pero esta vez, en un Océano de certidumbre.

Sus palabras ya no significaban nada para ella.
Su opinión no era tenida en cuenta.

Quizás ella había deseado verle para tener la certeza de que ni le amaba ni le había amado jamás.

Cuando él percibió la frialdad y la altura de la mujer, se sintió minúsculo, insignificante. Miserable.

El placer fue real, para ambos. Nada más allá para ella.

Él fingió que estaban en igualdad de condiciones, hasta que exhibió todo su plumaje de celos, comparaciones y un último intento de abatirla, cual presa de su cacería.
No podía imaginar que ninguna de sus palabras, pensadas para herirla en lo más profundo, hacerle el mayor mal posible, no tenían ningún efecto en ella.

La juventud, el placer con otros hombres menos dañinos, y el gusto por la contemplación masculina que ella había desarrollado en ese año sin verse, lo dejaron fuera de combate.

Ni una sola de sus palabras fueron tenidas en cuenta, y al darse cuenta, arremetió contra ella desde la distancia que da el cyber-mundo.
Ella es real. Siempre lo ha sido, con la ayuda de pasar graves contratiempos, cánulas en sus venas para salvar la vida.

La frialdad de lo que realmente es importante en la vida la poseía. Temeraria, tenaz, poco preocupada por su aspecto. Ella prefería la palabra portuguesa “Destemida”, menos arrogante y que explicaba de manera excelente la ausencia de temor.
Su femineidad no es mañosa, no es artera. No se “produce” de manera artificial.
Él le recrimina precisamente eso.
Quizás ella le suscite mucho temor, ante lo débil de su identidad.

Conversa con una amiga sobre lo andrógino de sus posiciones. Una elección tanto vital como biológica.
Comieron juntas sentadas en una calle de la playa.
Un hombre en bañador, lleno de tatuajes se cruzó con una mujer de manto saharaui, contemplados por un músico callejero rumano, con un címbalo atado a su espalda.
Todos fingieron ignorarse, en un ejercicio brutal de post-colonialismo.

Las dos amigas estupefactas por la escena, acaban conversando con un indigente mexicano sobre el espacio público, la democracia y el derecho a transitarlo, ocuparlo y compartirlo.

Subir y bajar en un avión turbo-hélice, de los que se usan aquí para transitar de una isla a otra, le hizo bien.
A la vuelta se asoma a la pantalla, y allí está.
El hombre más bello de Çanakkale, deseándola.
Ella le desea también.

Ilustración: «Joven durmiendo», miniatura de Levni, Museo del Palacio Topkapi.

Kirkê. Circe. Κιρκη.

AmazighLana

Has derramado el vino sobre mi manto negro.
No sabes el agravio que le has hecho a la Vid.

¿Acaso tus manos y las de Telémaco no están manchadas de sangre?
¿Por qué si no rehúyes la mirada?
Tus ojos bajos, pidiendo ayuda, delatan la sangre en tus manos.
La Vid y el Sarmiento te aborrecen.
Tus palabras revelan que serás ánade, si no sabes libar a los Dioses.

Soy Kirkê, a la que llaman Bruja.
Sigo aquí, en esta isla de las Hespérides.

Sí, yo, la que salvé y enamoré a Ulises.
La que transformé a sus marineros en cerdos.
Sólo por amor a él, les devolví su forma humana.

Hoy vienes a pedir mi conjuro, mi libación para lavar tus manos regadas con sangre.
Y riegas mi manto con vino, en tu torpe proceder.
No sabes cuánto te maldecirán la Vid y sus Sarmientos.

Mi nombre viene de los aros de plata que recubren mis pulsos.

Kirkoó.

Mis aros tintinean mientras estudio la forma de salvarte.

No tendrás siervo ni sierva que te asistan.
Seré una sola con Telémaco.
Madre e hijo, tú Penélope.
La del hilo mágico, vienes pidiendo magia.

Pides ciertamente lo imposible.
No es la magia quién te sanará y devolverá alegría a tus días.
Sólo el perdón de la Vid y el Sarmiento te darán la serenidad, que de mis aros solicitas.

Te daré como esposo a quién mató a tu Rey.
Era su padre, y por eso los Dioses abominan aún más de su crimen.
Podrás así volver su vida retorcida, cual sarmiento, o dulce como la uva de la Vid.

En tu mano quedará, él, y su futuro.
Su futuro es tu futuro.
¿Y vienes a pedir Magia?

Carnavalizar…

 

 

 

Esta será la única opción que nos deje la Cretinocracia.

Consumir, el único Derecho garantizado.

Carnaval, la única manifestación popular admitida.
Tribunales, ejércitos de policías de variados nombres y uniformes, nos impedirán hablar.

Ya lo hacen.

El Carnaval es alegre.
Chabacano.
Sórdido.

Quien conoce Brasil sabe, que después de que la muchedumbre baile por horas y horas, queda un rosario de violaciones, torturas y asesinatos.
Cuentas desgajadas y ensangrentadas por una fiesta que muda su calendario en función de la Cuaresma.

Acaba el Miércoles de Ceniza.
La Ceniza, símbolo de luto en la cultura judía, es la clave con la que pasar el resto del Año.

¿Besó usted al Soldado de Plomo polaco?
Muy bien.

¿Bailó con Pierrot y Colombina, la pastora?
Muy bien.

¿Votó usted en las últimas Elecciones?
Muy bien.

El jueves posterior, vuelva usted a la esclavitud diaria.
Sólo seis días de Carne.
El resto del año, ceniza.
Bienvenido al Fallo Humano. Es la norma.

De la muchacha del Loutar, el ego y la tribu.

AmazighLuthar

 

 

Este es un aviso para tu Ego.
Sí, ese que finges no tener.

Tú, la Generosidad hecha persona.
No eres Racista.
No eres Negra.
No eres Árabe.
Ni siquiera eres Mujer.
No eres Hombre.
Tu generosidad es tan grande que has abolido todo.

 

Te va muy bien en tu aldea del Neolítico.
Te comunicas sólo con ciento cincuenta personas de tu alrededor.
Más o menos.

Crees ser cosmopolita.
Hablas inglés, francés.
Lees en italiano.
Escuchas en árabe.
Piensas sólo en ti.
Cantas cosas que no entiendes.
Estás en tu Tribu.
Bienvenido seas, esta es tu tierra.
La de tus antepasados.

 

Los Espíritus habitan los barcos, trenes y aviones que frecuentas.
Te hablan.
Te ofrecen signos.
Vienen a olerte.
Te perfuman.
No los ves ni los percibes.

 

Una bandera discutió con otra bandera.
Un hombre discutió con una mujer.
Israel no discute.
Aplasta a Palestina.

El Muro desunió los Estados.
Mexicas, toltecas y náhuatl.

La Peste de la Civilización te llenó de bubones la mente.

Padeces la Fiebre Negra.
La que calcina el cerebro de tanto calor.

No habrá piedad para tus huesos.
Ningún antepasado te reconoce.
Hace muchas generaciones que no te comunicas con ellos.
La muchacha del Loutar entona su melodía.
Ha nacido para eso.
¿Para qué has nacido tú?
¿Puedes entonar acaso una melodía como la suya?
Apenas tiene doce años.
La muchacha del Loutar.

 

 

El son de sus cuerdas te despelleja.
El alma del Loutar te descoyunta los huesos.
La lentitud de su ritmo te exaspera.
El frenesí de su final hace que tus cabellos se caigan.

 

 

¿Tienes acaso un hermoso manto como el suyo?
¿Posees alguna de sus joyas de majestuosa plata?
¿Tu entrecejo está adornado con algún tatuaje que te guíe?
¿Enmudecen los espíritus al ver tu barbilla tatuada?

 

 

A la muchacha la acompaña una vieja.
Con gran turbante, adornado con cuentas y fíbulas a modo de pendiente.
Canta con voz de tronco de mimosa, herido por el sol.
Las vi en una fogata.

 

De las que se hacen para ver las estrellas y admirar la belleza.

 

La luz mortecina, bamboleante de las llamas, las hacía más hermosas.

 

Las acompañaba una tercera.
La del manto de lana rojo.
Gruesas fíbulas de plata agarraban el grueso manto a su túnica.

 

Vinieron a hablarme.
De ti y tu enfermedad.
Del Ego con que te vendes, maltratas,
y urdes contra otros.

 

Hablaban en sus cantos.
Del mal amor que me diste.
Como se tiran unas migajas a un perro.
Del desprecio de tus palabras.
De eso hablaban sus cantos.
Sus voces bajas se perdían en la llanura inmensa.
Sólo las acompañaba un bendir de madera y pellejo.
Y el crepitar de la leña, ardiendo.
Como tu Ego.

 

 
Loutar.
El Loutar : Instrumento con 3 cuerdas desplumadas, guembri familiar, cuerdas de nylon, utilizadas en música Amazigh
Bendir.
Instrumento de percusión, formado por una delgada tira de madera sobre la que se estira por un lado una piel de cabra. Una variante tiene aberturas en el costado de las arandelas de cobre: el alquitrán

 

De libros y dromedarios.

Baifa2

Decidí aceptar mi pureza.

Por eso abandoné una casa construida de la nada, dónde me levanté sola con mucho esfuerzo, para abrazar las noches del cielo estrellado, allá en el Desierto.

Todo salió mal.
Al llegar los amigos habían partido, y la casa, encargada de recibirnos a mí y a la Loba Habiba, se resumía a una caja de escalera robada a una casa anterior y convertida en mini-zulo.

Cuando cocinabas debías subir la escalera para ir al baño. Cuando dormías debías descender un piso para beber agua.

Mis vecinas eran unas mujeres saharauis jóvenes.

Se les llenó el corazón de alegría cuando desde mi casa-mini-zulo-caja-de-escalera, salía la voz rugiente de Mariem Hassan, animando al combate con una llamada en hassanía que decía “Haiyu”.

Me sentí triste al abandonar el zulo, lugar de mi llegada, más por ellas que por mí.
Un amigo me ayudó con su furgoneta a mudarme, y ellas al despedirme me preguntaban, ¿Pero cómo te casas con un hombre tan viejo?

No me casé, y dejé de tenerlo como amigo al contemplar su brote de esquizofrenia, que no acababa nunca.
No volvimos a hablarnos.
Cuando él atropelló un cuervo que nos salió al paso, volando.

Yo aterrorizada ante su esquizofrenia y los augurios del pájaro muerto en mi camino.

Fui a vivir en la llanura pedregosa, rodeada de cabras y mujeres, aislada del mundo.
Daba largas caminatas en compañía de la Loba fiel, visitando troncos de árboles martirizados por el sol fortísimo a aquella altura media.
Arenales que antes fueron cauces de barrancos, donde un día la gente lavó la ropa y cargó agua dulce de lluvia para su casa.

Puedo hablar con distancia de aquellos días tan duros, en los que la vida me ofreció tomar partido.

O tomaba partido por la pureza de mi alma y mi vida, o me dejaba malear por aquella sociedad, dura, hostil, que me recibía titubeante.

De nuevo.

Los libros, llevados por mí a aquellos páramos resecos o cedidos por la Biblioteca Pública, fueron mi compañía, mi amor y mi todo.

Desistí del Amor del viento, la locura y las plumas de cuervo que volaron delante de mi cara.

Y tropecé con lo más hermoso que he contemplado en mi vida.
Primero fueron las crías de las cabras, de color negro azabache, muy brillante, que la Loba descubrió en un corral pequeño cercano a la casa. Aquí las llamamos baifas.

Me fui aventurando sola a recorrer cada vez distancias más largas, sola, sin poder llevar a la Loba delante, guiando mis pasos, hasta nuevos tesoros.

Tropecé así de la mano de la acogedora Malika, con una dromedaria y su cría, a la que llaman güelfo.

Malika fue una entrañable compañera de soledades compartidas. Vendedora de collares hechos con corteza de limón, babuchas, anillos. Mujer de risa amplia, caderas generosas y franco abrazo.

Contemplar la vida de los animales, me acercó a lo más puro y hondo de mi alma. Algo atesorado desde la infancia.

Se volvieron realidad, así, algunos sueños de mi niñez, pasada en aquel Desierto familiar, con cabras, dromedarios y libros.
Estudié su anatomía y su vida.

Incorporé la fisiología de una dromedaria y consumí más libros en un año, saciando un periodo de sed prolongado, el de los ocho años anteriores.

Pensaba en construir un ideario.

Mi futuro.

Mistura de animal, libro y mujer de amplios y coloridos ropajes.

Me transporté a mi propio tiempo.

Privado.

Mi calendario y mi hora.

Sin muecines, rak´as, misas, ni turbante.

Rumié ultrajes pasados, cual cabra voraz.

Vi actores ambulantes, de estrambótico vestuario, en aquel pueblo polvoriento.

El mar cimbreó mi cuerpo.
Remé hasta que mis brazos fueron muy fuertes, de nuevo.
Tomé el timón de mi vida de manera confiada.

Reí, lloré, y me desesperé, en mi amado desierto.

Rak´as.
https://www.webislam.com/glossary/raka_raka/

Muecín.
https://es.wikipedia.org/wiki/Almu%C3%A9dano

Mariem Hassan.

https://es.wikipedia.org/wiki/Mariem_Hassan