La Voz Equivocada.

Lanzaba días atrás una miembra del Consejo de Estado del “Reino de España”, tras prologar un libro que versa sobre “las maldades de las gentes transgénero y otras variedades/diversidades”, a veces vulgo “Queer”, la idea manida del “Cuerpo Equivocado”.

No me extenderé sobre este asunto pues pueden revisitar ustedes la polémica en los “diarios” y “redes sociales” españolas.

 

En mi charla cotidiana con una persona de mi intimidad, comentando este y otros avatares de nuestra maltrecha vida, sumen pandemia y guerra, surgió la “voz equivocada”. Excluyan nuestras vidas que son de lo más rutinarias, y en las que a ambas nos gusta especialmente el sonido de los gatos cuando beben agua en completo silencio.

Y sí, nuestras “voces equivocadas” no tienen nada que ver con el género ni el sexo, más bien es con la cuestión de Clase, que ya sé que les aburre por “dogmática”, poco o nada “nihilista” y todos los demás adjetivos que se atribuyen hoy día al análisis marxista de la sociedad.

Mi bisabuela y mi abuela, también mi madre, eran “voces equivocadas” hablaban y no se las tenía en cuenta. Tuvieron hijas e hijos con “voces equivocadas” de pobres, y nietas bisnietos y tataranietas con “voces y cuerpos equivocadísimos” una vez superadas las hambrunas de cada época pasada.

Nosotras ya no teníamos hambre. No nos gustaba comer. Y seguíamos siendo Pobras. Las “oscuritas” de un país que lleva el Racismo en el ADN.

 

Queríamos devorar el mundo y la vida, pero, de nuevo vivíamos vidas equivocadas, en países equivocados, con sociedades completamente equivocadas en las que el Poder siempre residiría fuera de nuestro alcance.

Nuestra idea equivocada de la igualdad, del justo reparto de la riqueza, y de la conciencia de grupo, de formar parte de algo superior a nuestra individualidad, no cabía en “Instagram”.

 

(Inserte aquí su escaso conocimiento de la Obtención de la Plusvalía, acuñada por Karl Marx, si fuera mucho escriba su propio artículo)

 

No queríamos debates que habíamos perdido de antemano, y nos limitábamos a analizar, por nuestra sanidad mental, los acontecimientos.

Nos asaltó el “logro” de que una joven transgénero fuese operada de la voz, para así dejar de sufrir el oprobio, los insultos y agresiones contra su “cuerpo equivocado”.

Lo comenté con dos personas transgénero de mi edad, entre 40 y 60 años, y una me dijo que la cuestión de la voz equivocada era transfobia, y la otra se sorprendió por la alegría que le había dado superar ese trauma y aceptar su voz, equivocada, y cuanto placer personal le proporcionaba este logro.

 

Todo se silenció por el “bien del Pacto de Izquierda” y la amenaza de la “llegada del Fascismo” al gobierno.

Un Fascismo que subyace desde antes de la Esclavitud atlántica, que reside en el Poder profundo, el real. El Dinero.

Siempre dará igual que te hablen de “democracia” una versión del esclavismo de la Grecia clásica transportado hasta el carrito de tu supermercado, regado con dioxina, cáncer y huesos de años ruines.

Huesos que arrastran siglos de hambre y de maltrato, de trabajo forzado, de partos en condiciones precarias, de tu bisabuela y la mía.

No te preocupes, siempre encontrarán algo equivocado en ti y en tu vida.

Nunca serás lo suficientemente rubia o blanca, occidental o de buen apellido, regado con una buena herencia.

Lean el Capítulo dedicado al Fascismo y al Totalitarismo en sus manuales de Ciencia Política, allí encontrarán poca información, muy difusa y en un lenguaje hecho incomprensible, a propósito.

Será lo único que les vuelva a repetir que sus voces están equivocadas, que viven ustedes en cuerpos equivocados, que hay que “desahuciarlas” de sus techos, porque eligieron ustedes una posibilidad equivocada.

Esta voz equivocada les da la bienvenida al caos programado. Adivinen por quién.

 

 

Barracón.

Cuando mi madre era pequeña, nacida en 1934, vivió en un barracón de maderas construido por su padre, un hijo de agricultores que huyó de la sequía y de la Guerra de Marruecos.

Mi madre, apenas una niña tenía que cargar agua en la cabeza, antes o después del colegio, para abastecer la casa-favela.

Sólo tenía un vestido y le cortaban las puntas de los zapatos, para que le cupieran los pies.

Vivían en los terrenos de un Falangista que dio trabajo a mi abuelo en un cine, dónde mi abuela regentaba la “cantina” sin saber leer ni escribir.

Todo estaba supervisado por la familia falangista que vivía no muy lejos y que controlaba todo con ojo de hierro.

Aparecieron por aquellas huertas un bando de familias gitanas húngaras, huyendo del Genocidio Nazi de la 2ª Guerra Mundial, y la Favela iba aumentando.

El lugar de encuentro de todos era el Cine, para ver películas o bailar, según el orden del Falangista propietario.

Y así andando el tiempo, fuimos a vivir a las Barriadas que construyó la Dictadura asesina de Franco, lo que mi madre consideraba “un progreso”, pues al menos no tenía que cargar agua, aunque la cocina fuese de carbón, ya entrados los años 50.

Desde que nací me crie en esa casa, que siempre consideré la misma favela, sólo que con paredes de adobe en vez de maderas clavadas.

Andando los años nunca me abandonó aquel sentimiento de saber de dónde vengo, y crecí con un fuerte sentido de “Favelada”, por mucho eufemismo que se usara para las casas baratas de las Pobras.

Siguieron corriendo los años y se acabó la Dictadura asesina de Franco, pero seguimos relegadas a la misma condición, sólo mejorada por la devaluación de la moneda y el automático aumento de los salarios.

A finales de los 70 inicios de los 80 nos mudamos a otra “Favela” más moderna, en la que se incluyeron a las “familias evacuadas del Sáhara Occidental” al abandonar la colonia de manera precipitada, inaugurando la “democracia”.

La modernidad trajo el desarraigo y la destrucción del sentido de Comunidad que mi madre tuvo con aquellas gitanas húngaras.

El “Progreso” se convirtió en dinero, coches y bienes de consumo, como fuera, incluso robando.

A mi padre se le retiraron los “beneficios” de la devaluación, y fue despedido porque ganaba más de antigüedad que de salario, y la “Reconversión Industrial” de Felipe González nos devoró.

A los 16 años, en 1982 la misma noche en que el PSOE ganó las Elecciones por mayoría absoluta, llegué a Madrid dónde me convirtieron en Puta Infantil, oh dónde diablos andaría la Ley del Menor en aquella catástrofe.

Y llego hasta hoy, donde sigo siendo orgullosamente “Favelada”, en completa soledad porque el resto de la Favela se considera Clase Media.

Lo cuento porque si no se habla, se entra en Depresión…

Sin más me despido, por ahora.

Will You Still Love Me Tomorrow?

¿Aún me amarás mañana?”

Es una frase que dejé de tener en mi mente hace años, muchos años.

Muchas noches de “palabras no dichas” precedieron al desencanto.

A la Pasión por mi misma y mis ideas.

Por pasar horas enteras, días, meses contemplando la nada absoluta.

Comencé a enamorarme en secreto de los dibujos, las líneas que surgían de mi lápiz al agua, que se volvía azul.

Ojos que se encontraron al borde del mar, ojos que se lamieron ante las lenguas de fuego de una hoguera en la arena.

 

Y ese mismo día, me enamoré de mi Vida, de mis Letras y Artes.

De los Animales que me acompañaron, porque el amor es así, raro

Raro como un diamante, difícil de encontrar.

Los colores de la acuarela que nunca salieron de tus ojos ni de tus labios. Las teclas del piano que no tocaban tus dedos al acariciarme.

Y, créeme, no fue fácil admitirlo.

Que detestaba todas aquellas discusiones sobre mezquindades que desvelaban la total ausencia del Amor.

Aquellos pulsos entre tu cerebro y el mío, multiplicados por cien, doscientos, por mil.

Agotado, mi corazón se refugió en el único Amor, el Uno.

Y no me refiero a aquel amor torpe de mis dieciséis años.

¿Es amor del que pueda estar segura?”, latía en mi corazón adolescente, joven e inexperto.

 

Corazón.

 

Hoy sé que es exactamente lo que llena mi Amor, elevado e incomprensible para la abrumadora mayoría.

En un año, casi dos, de esta enfermedad global que ha matado a cientos de miles, millones que también amaron, amaban y ya no amarán, tropecé con dos corazones de piedra.

Uno me dijo que “era única”, otro ni recordaba mi nombre, nunca.

Yo amé, lo que vino después ya lo borré.

 

Las chicas “Bacurau” contra el Far-West.

El sentimiento de pertenencia es lo que hace que nos sintamos identificadas con personas, hechos, políticas e incluso gestos humanos.

Pertenecemos porque nos identificamos con aquello que nos “emparenta”, el sentimiento tribal, fundamentado en la articulación de un parentesco extenso, que logra convocar a un Tribu.

Mucho ha disertado la Antropología sobre las “Tribus Urbanas”, después de desembarazarse del cinturón de hierro de las razas, y demás aspectos mezquinos que no la dejaron evolucionar hasta los días de ayer y hoy.

Se preguntarán qué diablos es Bacurau.

Es el título de un film dirigido por los brasileños Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles y ganadora del Premio del Jurado de Cannes en 2019.

Se corresponden con Bacurau, una estética, un pensamiento político y un sentimiento de “pertenencia” que me identifica como “bacuraense” sin pasar por las “cantinas con vaqueros, whisky y chicas en corsé” del Hollywood de nuestra infancia.

En una escena de la película, unos extranjeros pasan por Bacurau y la mujer pregunta: “¿Cómo se le dice a la gente que es de Bacurau?”, esperando el gentilicio adecuado como respuesta, y un niño desde su ingenuidad responde de manera inmediata: “personas”. 

El film comienza situando el “tempo” en algún lugar de aquí a unos años, que por lo tanto no existe, o puede que exista.

Tenemos imágenes en la retina que conforman nuestro pensamiento y nos producen sentimientos de pertenecía o de lejanía, que nos identifican según nuestras afinidades con lugares y hechos, o que por “desemejanza” nos hacen entender “lo que no somos”, a lo que no pertenecemos.

Educadas, las “chicas” del norte de África, en el discurso de Fátima Mernissi, que planteaba quienes queríamos ser, Simbad o el Cowboy, nos convertimos en las “chicas Bacurau” al rechazar la figura violenta armada del cowboy y abrazar al Simbad viajero que aprovechaba los monzones para viajar desde Basora a islas inexistentes desde las cuales regresar cargadas de tesoros y preciosidades.

Somos raridades marginales que nunca se identificarán con la chica desvalida que rondaba el “Saloon” del western “holibudiense”, a merced del vaquero de turno y su humor, pendencia o tamaño del revólver.

Las chicas Bacurau del norte de África reconocemos como única frontera lo rancio del Pensamiento Único, la Blanquitud extrema y el rechazo más absoluto a una violencia en la que hemos crecido y a la que hemos desterrado con la palabra.

Mestizas, orgullosas.

No se trata entonces, de conformarnos con lo que los vaqueros nos quieran dar, sea malo o bueno, sino que hemos subido a lomos del camello digital para seguir la estela de los viajes de Simbad que leímos en las 1001 Noches.

Viajamos y defendemos Bacurau, esa Matria ilusoria en la que muchas de nosotras nos sentiremos a refugio de vaqueros violadores, pendencieros a los que hemos puesto unos límites que nos pueden llegar a convertir en muy elocuentes, si se atreven a cruzarlos.

Bacurau”: https://es.wikipedia.org/wiki/Bacurau

Fátima Mernissi: ¿El Cowboy o Simbad (…)

¿El Cowboy o Simbad? ¿Quién vencerá en la globalización? Por Fátima Mernissi.

El Mito del Estado del Bienestar.

Acostumbramos a leer comparaciones entre los países nórdicos, o escandinavos, con nuestras realidades, diversas, usándolos como paradigma de lo que desearíamos para nuestras vidas. Lo hacen los medios de comunicación, la opinión pública e incluso algunos Partidos Políticos.

Suecia tiene 10,23 millones de habitantes, Noruega 5,328 millones de habitantes, Finlandia 5,518 millones de habitantes y Dinamarca 5,806 millones, según datos del Eurostat y el Banco Mundial en 2019.

A partir del final de la 2ª Guerra Mundial se optó por una forma de Estado que contentara a la masa trabajadora de estos países para no volverse “comunista”, a excepción de Finlandia satélite político de la Unión Soviética hasta la década de los 80.

El “experimento” duró poco y se limitó a la década entre 1950 y 1960, entrando estos estados en una vorágine de burocracia que creó guetos obreros, que obviamente no vivían como las clases acaudaladas que continuaron viendo crecer sus fortunas y poder.

En la década de 1960 hasta 1970, se podía ya ver con claridad el fracaso del tal “Estado del Bienestar” embrollado en recortes presupuestarios, millones de formularios e impuestos altísimos para salarios no muy altos, si no los comparamos con otras economías.

Llegada ya la década de 1980 a 1990, sin la amenaza que servía de contrapartida a la clase trabajadora a la hora de negociar que forma de vida deseaban tener, de la Unión Soviética desmantelada entre 1989 y 1990, entraron los países nórdico-escandinavos en el agujero del Neoliberalismo siguiendo al Eje Reagan-Thatcher.

Entre los países del Mediterráneo europeo comencemos por Portugal, con 10,28 millones de habitantes y Grecia con 10,7 millones, mismas fuentes mismo año. Entremedio de estas dos naciones pequeñas en extensión territorial tenemos a Italia, con 60,76 millones y a España con 46,94 millones de habitantes. Portugal, Grecia y España fueron los últimos países en incorporarse al entonces Mercado Común Europeo (C.E.E.) en la década de los 90. y recién salidos de dictaduras militares en la década de los 70.

En Europa Central tenemos a Alemania, con 83,02 millones y Francia con 67,06 millones de habitantes. Ambas con economías subvencionadas tras el final de la 2ª Guerra Mundial y con un desarrollo capitalista organizado, vivido en unas democracias relativamente aceptables.

Tras el final de la 2ª Guerra Mundial los estados europeos vieron como “deseable” la importación de trabajadores de sus ex colonias por la escasez de mano de obra que había dejado el colapso tras la guerra, Marruecos, Argelia, Grecia, Turquía España e Italia, entre otros, aportaron estos “cupos” migratorios.

En la ribera sur del Mediterráneo tenemos a Egipto, con 100,4 millones, Argelia con 43,05 millones y Marruecos con 36,47 millones de habitantes y con desarrollos diversos en su etapa post-colonial. Con gobiernos de partido único, cuando no de claro neo-absolutismo, dependientes del F.M.I o de los Fondos Soviéticos dependiendo del signo del tiempo y gobierno en el Poder.

Imaginen el mapa que les he construido de manera grosera, al no incluir la totalidad de cifras y países entre uno y otro extremo, y díganme ahora si en ese mapa imaginario las cifras de escolarización, analfabetismo, o de renta per cápita son, o incluso pueden ser comparables.

Sólo ignorando procesos históricos y culturales de manera grosera, como mi “mapa imaginario”, se podría comparar y exigir un “Estado del Bienestar” para regiones tan diversas en todo aspecto, una vez llegado el colapso de la economía industrializada y del propio Capitalismo como lo conocimos durante el siglo XX.

Un pequeño detalle. Los “turistas nórdico-escandinavos” que comenzaron a llegar a España en plena Dictadura Franquista, podían venir de vacaciones, un “derecho laboral” logrado a base de convenios sindicales, por la miseria reinante en nuestro país, los miserables salarios del incipiente esquema turístico español y la total ausencia de sindicatos libres o la simple negociación de Convenio Salarial alguno, prohibido expresamente por las Leyes Franquistas.

Otro “pequeño detalle”, sobre aquel Partido Comunista de Italia, el mayor de un estado europeo, al que votaban millones de personas, trabajadoras industriales, con un fuerte movimiento sindical en la década de 1960 y 1970. ¿Dónde está, lo saben?

Francia y Alemania con escenarios mixtos entre lo nórdico y lo italiano en cuanto a participación sindical y política con un cierto grado de “bienestar” basado en la redistribución de la riqueza a través de los impuestos, pues no existían dictaduras al ser derrotadas en la 2ª Guerra Mundial.

No es mi intención reventar nuestro “mapa imaginario” con la entrada de países y cifras de Latinoamérica, para que continuemos en la “burbuja de pensamiento” que flota como reivindicación de las clases populares desde la irrupción de las políticas Neo-Conservadoras del Eje Reagan Thatcher.

Y ahora díganme donde coloco a Egipto y sus más de 100 millones de habitantes y como les explico a la ciudadanía egipcia que es el Estado del Bienestar cuando hemos “sustituido” a la Ciudadanía por Consumidores de Productos fabricados en China…

Las Brujas.

Le Streghe” (Las Brujas) es un film italiano de 1967 que incluye cinco historias de las que quiero señalarles una, “La strega bruciata viva” (La bruja quemada viva), dirigida por Luchino Visconti e interpretada por Silvana Mangano entre otros grandes actores.

La trama muestra a “Gloria” una famosa actriz (S. Mangano) que llega en helicóptero a una localidad invernal, invitada por su amiga para celebrar el aniversario de boda de ésta.

Gloria se desvanece y queda sin sentido, mientras sus amigos se dan cuenta de sus adornos artificiales: esparadrapos que tiran de sus ojos, pestañas postizas, mientras se los van arrancando y retirando, disfrutando de cada una de sus imperfecciones.

Fruición, maldad, envidia de un “oropel”.

Recuerden esta escena.

Gloria se da cuenta de que está embarazada y se lo comunica a su marido, quien decide que ese bebé no nacerá y la diva continuará con los compromisos de su carrera.

Gloria se recompone y se va de nuevo en helicóptero posando perfectamente maquillada para los fotógrafos.

A propósito de la tal “Ley Trans” se ha desatado un sentimiento rayano a la ciencia forense, tipo autopsia, de los procesos de transición de género y sexo, batidos enérgicamente con lo Queer, en una coctelera que va del odio a la “ventriloquía”.

Las mujeres trans* nos hemos sentido como “Gloria” durante su desvanecimiento, y se han subrayado de nosotras todo tipo de imperfecciones y maldades.

Esta escena de Silvana Mangano me impactó en la infancia, y sigue pareciéndome la mejor metáfora de ciertos procesos de “cacería, aturdimiento, autopsia y taxidermia” a personas o colectivos enteros.

También se ha ejercido la “ventriloquía” desde ciertas voces femeninas, que de tanto apoyarnos elaboraron tratados y enciclopedias sobre “como debe ser/ como es una vida trans*”, porque parecemos “desvanecidas”, pero nos levantaremos y continuaremos nuestro camino como “divas” hacia nuestras propias utopías e ilusiones, nuestro idilio propio con la vida.

No es la primera vez que nos atacan en masa. No será la última.

Somos fuertes, combativas y tenemos voz propia.

Soy rencorosa, (es broma) y mascullo en ese rencor mis pensamientos hasta que doy con una respuesta elaborada lentamente. Soy una bella serpiente llena de ciertos artificios y ornamentos que me hacen sentir bien, cómo “Gloria”.

Me interrogaban en estos días sobre “cuáles son mis referentes de mujeres trans”, y yo entendí que no responde a mi carácter, lamento ser una mujer roja hija de la Guerra Fría, sector rojo, piso Disidencia, eso de tener ciertos ídolos a los que adorar o imitar.

Sé que soy complicada y que es difícil entenderme, por eso me paro reflexiono y escribo.

El primer “referente” que me viene a la cabeza es La Ocaña, seguido de Nazario y de Shangay Lily. Por revolucionarias y por llevar consigo toda esa cultura que osciló entre lo soviético y lo viscontiniano. Entre la dureza de Pasolini y la dulzura de sus poemas.

Y dirán ustedes que ni son trans, ni mujeres, porque no, tampoco yo tengo que identificarme obligada por la urgencia de sus incertidumbres.

No pretendan que sea lo que nunca he sido ni sé si deseo ser. Respeten también la Libertad de las generaciones futuras, no se equivoquen de “referentes” ni condenen a la gente a ser “muñecos rotos” pseudo-pornográficos. Respeten nuestro derecho a dudar, equivocarnos y no tener una respuesta inmediata sobre como son nuestras vidas, como eran o serán mañana.

Ustedes están en el mismo lugar, pero no necesitan leyes “especiales” para tener Derechos Humanos, para acceder a un trabajo o ser respetadas en el espacio público. Piensen por qué.

Las Mujeres de Tizi-Ouzou.

“Autorretrato”, ilustración original de la autora, varias técnicas.

El cielo gris plomizo que la saludó al amanecer le trajo el recuerdo de Argel.

Argel maltratada, ultrajada. Asesinada, degollada y obligada a usar velo.

Un velo que significó la Libertad de las Mujeres en la Guerra de la Independencia.

Cargaban fusiles “AK” debajo del “Haik”, una prenda confeccionada con una mezcla de lana y seda, al 50%.

Si las Mujeres somos más, alrededor del 51% de media, ¿por qué estamos obligadas al mismo debate, eterno?

¿Por qué las Mujeres de “Tizi-Ouzou” libres y alejadas de ese Islam atávico, rigorista y falso fueron dobles víctimas?

El sudor del calor mezclado con arena del Sáhara en suspensión corrió por su labio superior, camino de su barbilla tatuada. Bajo la “mascarilla”, pelo suelto, sudada la nuca al estilo del nordeste brasileño.

La incomunicación impedía que ciudades casi iguales en esclavitud, machismo y pobreza racial se conocieran.

¿Cómo Río de Janeiro, Recife o Salvador no conocían a sus hermanas Casablanca, Argel u Orán?

«Pobre Conferencia de Bandung,– pensó mientras se secaba el sudor de la nuca-que un día significó tanto que partió en tres el Eje de la Guerra Fría».

Cuba, Angola, Uganda de Idi Amín.

Brasil, Mozambique y la India gigantesca.

La ciudad costera invadida por la Calima dormitó su estancamiento, que sólo se veía alterado por la conversación que reclamaba sobre “las medidas sanitarias”, y “el sudor bajo la mascarilla”.

Deambulaban las gentes de aquella ciudad chiquita, como una roca incrustada en el Océano.

Nadie la llamó

Sólo se comunicaban reivindicaciones, quejas y lamentos.

Cero iniciativas comunes en aquella ansia de poseer cosas.

Aquella manía de “la propiedad privada”, que les privaba de una comunicación colectiva y beligerante.

No quería oír hablar de “solidaridad”, aquel espectro quejumbroso llegado de lo clerical.

Los puñetazos saben mal, a óxido y sangre.

Rompen huesos y destruyen impunidades.

La “ropa deportiva” sustituyó a la violencia necesaria, que algo mudase.

Ajena a lo masculino, no mascullaba ninguna “revolución” por lo bajo.

No rumiaba contra “estrategias políticas equivocadas”, ella se enfrentaba a cara de perro.

Como las Mujeres de “Tizi-Ouzou”.

Anacarda Harrison-Ford.

Hurufiya

Anacarda no comprendía cómo el simple eco de su apellido compuesto, su «feminismo clasista» anclado en las canas de sus ideas sesenteras, no la habían convertido en un ente importante y potente

No era consciente, Anacarda Harrison-Ford, de vivir en una ciudad pequeña y ultra-provinciana, de medio pelo.

Una ciudad-residuo colonial no resuelto en la década de los 70, cuando debió ser devuelta y reintegrada al África geográfica y emocional al que pertenecía por naturaleza.

Anacarda lo había intentado todo.

Abusar de su privilegio de rica venida a menos para ser universitaria, cosa que logró con un resultado mediocre.

Anacarda se casó, pero una vez habida una hija, se desprendió de cualquier relación que la alejara del clan Harrison-Ford.

Educó a su hija en una estupidez excéntrica, y la hija obedeció en todo.

Al Clan mafioso-familiar al que pertenecía Anacarda, los Harrison-Ford, los identificaba una salud debilucha, de “genes” europeiformes trasplantados al África subtropical por mor del comercio con el Reino Unido, anteriormente “Imperio Británico”.

Anacarda Harrison-Ford languidecía, contra-programando y fustigando cualquier disenso con su modelo de pensamiento, que guardaba cierta similitud con su pelo.

Llamémoslo “feminismo asmático”, por el poco fuelle intelectual y por apoyarse en un mujerismo torpe, esgrimido como arma contra toda aquella que osara contrariar su opinión, mucho menos contradecirla.

Usaba para tales fines, Anacarda, una máscara corporal masculina, cabello gris cortado en un intento de aproximarse a Greta Garbo, y atuendo hippie-clasista-demodé.

Su voz era de cascarrabias, sin entender a sus casi setenta años, que no le correspondía vivir en el paralelo 28 que murchaba sus pulmones anglófilos.

Andaba por aquellos días aciagos, Anacarda, contrariada pues sus planes de vivir en una Comunidad Anciana Clasista, también se habían murchado.

¡Atención!

“Este es un aviso del Ministerio de Salud de los Clones. Este texto contiene ilustraciones que pueden herir la sensibilidad de las lectoras anacardiáceas. De hecho la contiene con el fin de herir, y así curtir, el alma sensible de la protagonista.”

Texto e ilustración originales de la autora. «Aviso» realizado por @MDesencadenada en conversación incidental.

¿El Cowboy o Simbad? ¿Quién vencerá en la globalización? Por Fátima Mernissi.

Fatima-Mernissi-Moroccan

 

  1. ¿Por qué tenemos miedo al extranjero? Porque tememos que nos agreda y nos lastime. Todos tenemos miedo al Cowboy porque si un desdichado extranjero se acerca a sus fronteras, automáticamente saca sus revólveres. Sin embargo, no tenemos miedo a Simbad el Marino. En la civilización del Cowboy el extranjero siempre es el enemigo porque el poder y la gloria proceden del control de las fronteras; en la de Simbad, sin embargo, el diálogo con el extranjero enriquece.

1.1. Simbad es lo contrario de un emigrante. Siempre regresa a su punto de partida, que es Bagdad. Simbad no era una mera ficción, representaba a una clase de mercaderes de Bagdad que obtenía riqueza y placer de los viajes y de la comunicación con el extranjero: Simbad representaba a toda una civilización de viajeros-comunicadores y la islamización de Malasia, Indonesia y parte de China no se logró con ejércitos, sino fundamentalmente gracias a los mercaderes sufíes que hablaban de su nueva religión: un islam donde el extranjero es el mejor aliado.

 

 

  1. Pero ¡cuidado! No identifiquen automáticamente al Cowboy con la civilización americana y a Simbad con la árabe; de lo que yo quiero hablar aquí es del modelo de extranjero. Quiero sugerir la hipótesis de que nuestro modelo de extranjero nos viene impuesto por los intereses de la élite que controla el Estado y su máquina burocrática; si Simbad representa un héroe en el Bagdad del siglo IX y, concretamente en el reinado del Califa Harun er-Rachid, es porque en aquel momento el Estado era todavía incipiente y la élite dirigente podía acumular riquezas y poder gracias a un islam que en esencia era una estrategia de comunicación.
  2. Pero un siglo más tarde, en la misma dinastía abasida que seguía reinando en Bagdad, aparece un Califa Cowboy: al-Mu’tadid, que declaró la guerra a Simbad, prohibió a los musulmanes el acceso a los especialistas que enseñaban el arte del diálogo y censuró los libros que explicaban las técnicas de comunicación. ¿Por qué? Porque nuestro Califa Cowboy tenía a su disposición un formidable Estado con una burocracia imperial creada por los consejeros persas. Conclusión: es posible imaginar, tomando como modelo a Simbad, una globalización en la que el papel de los Estados consista en facilitar a los ciudadanos el conocimiento de las técnicas de comunicación y el arte de la navegación y del viaje; porque Simbad, como ya he dicho, es lo contrario del emigrante. Siempre regresa a Bagdad. Pero ¿de dónde se sacaría el dinero para enseñar las técnicas de comunicación a los ciudadanos? Bastaría con transferir el dinero que los cowboys destinan a fabricar armas para espías, policías y soldados, a las instituciones que enseñan el arte del diálogo. ¿Quién va a perder con este cambio? Los ciudadanos, no, desde luego.

Extracto del discurso de Fátima Mernissi.

 

 

 

* Este artículo apareció en la edición impresa de “El País” del viernes, 24 de octubre de 2003.

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