فرح والجزيرة

Farah y la Isla.
Se sorprendió observada por los ojos negros enfundados en barba negra de aquel integrista de la moda, capaz de colorear su pelo a sabiendas de que no era lo que deseaba. Sintió su mirada clavada en la de ella, esperando a que le saludara, invitándola a conversar en el brillo de sus negras pupilas, llenas de ansiedad.
Al llegar a casa, después de una breve incursión en la Isla de realidad, sintió como un vahído de deseo la invadía, al recordar al muchacho alienado por la Moda. Le pareció todo confuso, formando parte de aquel ente, que había decidido denominar Al Djaza´ir, la Isla en árabe, para aclarar la confusión de su mente norteafricana. No podía pensar en nada sin sentir ahogo, una angustia beligerante que le hacían sentir la mayoría de las personas que decidían mirarla, por uno u otro motivo, ora desafiantes, ora despectivas.
La misma indecisión de su alma, la había probado en el alma del muchacho de negra barba, precioso, frágil e indefinido. Vio como él se disgustaba al no poder reanudar el diálogo iniciado por ella, con una excusa trivial, y que ambos habían disfrutado. Sus ojos se clavaron en el alma de Farah, expectantes, y ella pasó de largo, acongojada por la angustia del mínimo contacto con el rudo mundo que la observaba con extrañeza ante lo árabe de su tatuaje.
Culpada en silencio por la atrocidad de la masa Salafista, embozada en el dolor de la incomprensión, ajena a todo movimiento que no fuese el de aquellos preciosos ojos negros, rodeados por aquella preciosa barba, salvaje en su color negro por la juventud, que, en secreto, deseaba fundirse con su tatuaje en un beso afortunado, con Baraka. En fin, pensó ella, nunca había pensado algo tan disparatado como una barba joven y un tatuaje besándose.
Apartó aquel pensamiento, que le producía más angustia, si cabe. La Isla de lo externo no le ofrecía más que ilusiones pasajeras, irrealizables, como el sueño de Amina Tyler de ser libre en un Planeta gobernado por la sinrazón de la moral religiosa, sustituyendo a la cordura y al más mínimo asomo de sentido común.
Se refugió en aquel detalle negro, doblemente negro, erótico, y hasta libidinoso en su negrura salvaje. Los ojos y la barba del muchacho la seguían observando aún después, de estar en casa, ya sola y en paz. O eso creía ella…

Farah, cabalgando de nuevo en su camello volador.

Se sintió llena de vida, cabalgando de nuevo junto a su pequeño Clan. Había visitado a su familia, y estar con su madre, sus hermanos e hijos, la llenaron de paz.
Abandonó el campamento familiar en compañía de todos ellos, que visitaron su tienda, y las de su nuevo Clan.
La vida nómada no permite agrupar a mucha gente en un mismo campamento. Permitió que la lejanía, y los errores, cometidos por el Clan anterior se disipasen, en una mirada fija a las llamas del hogar, en plena noche, insomne.
Desde que se había trasladado a Occidente sentía menos necesidad de dormir que antes, debería ser debido a la entrada inminente del verano, con su fuego que baja del Cielo de día, para refrescar la noche en aromas de humedad.
Abandonó la sintaxis, vieja e inservible, como un cacharro muy preciado pero agujereado en el fondo, dónde ya no se puede cocinar…
Los programas fueron barridos de su vida, y retuvo en su mente la imagen de Cheikha Rimmiti con gafas, cantando ya muy anciana, justo antes de morir en su largo periplo alegrando las almas de quienes escuchasen con atención su voz rasgada.
Los carteles se descolorieron, hechos jirones tras la larga temporada de lluvias que había animado el Desierto. Los libros, atesorados en su caja azul turquesa, fueron encinchados en las angarillas de su camella blanca, preparados para un vuelo a todo galope por el cielo, de un azul indescriptible, como sólo se ve en África.

DE LA COBARDÍA, Y DE COMO FARAH SE CONVIRTIÓ EN UN SER SALVAJE.




Se sintió insultada, en su alma de noble guerrera, por la cobardía de vivir sin honor.

Emplumó sus orejas, a la manera Guaraní, tatuó su barbilla, según la tradición Touareg, y se dispuso a despedazar la cobardía con sus propios dientes, si 
fuese necesario.

Un animal salvaje, desconocido, furioso, brotó de lo más hondo de su ser, ante la deshonra continuada. Añoró sus tierras, “las tierras malas”, que nadie quiso, y que ella amaba con pasión.


El recuerdo de aquella tierra roja, venturosa y feliz que le había devuelto la felicidad y la fiereza, la acarició. Pensaba que ya todo estaba perdido, cuando llegó 
allí, de la mano de su compañero, de mil lágrimas derramadas, melancólicos los dos por un mundo que ya no existía.


 Deseó volver a recorrer aquellos páramos que la hicieron feliz. Aquel desierto amado, arenoso en los Jables, y pedregoso en la Hamada. Su mente tenía 
grabada cada cima de cada montaña, cada sendero, cada gavia.

Sin amor, sólo deseaba ser mecida por el rumor del mar y la música del viento. Caminaría sin descanso, para siempre, en un eterno peregrinar. Como golondrina de 
África, volaría de nuevo a aquellas tierras, jamás abandonadas, sólo por un instante, el mismo instante en que fue desafiada, de manera brutal. Se juró no soportar más aquel despropósito de ignorancia, y tornó a ser salvaje, nómada mezcla de navegantes portugueses, cristianos nuevos del Reino de Navarra. 

Su sangre africana se mezcló con sus orejas emplumadas, a la moda guaraní, tupí, y emprendió el camino para no regresar jamás.

Farah en el Planeta de las Calabazas.

De repente había aterrizado en el Planeta en el que todo se transformaba en calabaza.

Recordó un cuento, le costó, ya que odiaba ese cuento con todas sus fuerzas de mujer.

Hablaba con personas que encontraba, y tras un par de sucesos vividos junto a ellas, se transformaban en calabaza.

No era a medianoche, como en el cuento odiado, era así, a cualquier hora del día o de la noche. Con Sol radiante, nubes o lluvia. Con Luna creciente o menguante. Todo se tornaba calabazas.

Se sintió maravillada, estupefacta, al comprobar que el cuento de su infancia, en cierta manera se volvía realidad, ¿o la realidad se tornaba cuento?

Se sintió desvariar, la música de Roberto Carlos sonaba en su cerebro desde hacía dos días, y la vio reflejada en una pantalla, carretera adelante. Camión de carga, Brasil adelante.

Aparecieron ante sus ojos Petrolina, Lençois, Mucurugé, para luego volverse calabazas, de una vida pasada en la felicidad de la inconsciencia de lo que estaba por venir, cuando sus pies pisaron aquellos parajes, realmente, y no en la pantalla-calabaza.

Hablaba con amores-calabaza, que no resistían ni hasta la medianoche, desapareciendo la bandada de corazones rojos, apareciendo en su lugar calabazas que reían crueles, de ella, mientras 
cocinaba.

Observó la felicidad de la loba Habiba, durmiendo en su lecho de color verde, regalo de su tía Calabaza, que se había desmoronado ante ella dos días atrás, casi llorando, implorando una compasión obtenida.

Farah era fiel, amaba a sus amables y desconfiaba de tanta calabaza…
Alguna cosa extraña estaba sucediendo en su vida, pero no vio un mal signo en todo aquello. 

Muy al contrario, observó como una nueva realidad se abría ante sus ojos. ¿Muro de Berlín? ¿Primavera árabe? Sólo un montón de calabazas, y sonrió para sí misma, acostumbrada a aquellas historias de magia del Norte de Brasil…

Del Silencio, la ausencia de nación y otras incertezas.

Decidió dejarse invadir por el Silencio, de sus tripas, su corazón latiendo, sus huesos estallando por el frío que se resistía a abandonarla. Desde hacía días  se sentía de ningún lugar. Recordó las palabras del cantante, que decían que las cosas no llegan a realizarse como uno las imaginó en su origen.
Esta declaración la convirtió inmediatamente en Ciudadana del Planeta irrealizado, desechando, por demasiado obvias, nacionalidades, fronteras, banderas y ejércitos, por demás inservibles.
El Silencio de las tripas le permitía escuchar el llanto, la agonía de todas las personas atrapadas por sistemas, fueran nacionales, transnacionales o internacionales. Y decidió continuar en aquel Silencio un día más, por recomendación del Aire.
Áspera, se desprendió de cualquier sutileza que no fuera la voz que cantaba, primitiva en su origen, elaborada en su modernidad.
Continuó ásperamente esculcando, arguyendo y sospechando, de cualquier cosa que no fuera animal, planta o piedra. Excluyó, por supuesto, a la “Hermandad de los que saben”, por hallarla cierta, segura e incorruptible.
La sonrisa de la radio le acarició el oído. Hablando de “diques secos”, educación femenina, ¡oh, al fin alguien pensó que existimos!
 En su pensamiento escachado, por miles de años de Civilización errónea, incierta, Imperial o Republicana…

LOS NIÑOS…


Los niños de El Salvador eran arrastrados por la tropa asesina, entrenada por los EEUU, para convertirlos en niños 
soldado. Los niños de Liberia, Afganisthán, y de todos los países del mundo, os maldecimos. A vosotros, ladrones de 
sueños, repugnantes arrebatadores de sonrisas e inocencia.
Los niños que ahora mismo duermen en las calles de Bombay, con toda su familia en un cartón, por el que han de pagar alquiler, las niñas casadas con viejos malignos en Mauritania, las niñas mutiladas en Gambia, os maldecimos, por desgraciados y perpetuadores del horror, de la tristeza, y 
por cambiar la felicidad de la infancia por llantos y gritos de terror.
Los niños de Palestina, de Israel, de Iraq, os maldecimos por asesinos, por habernos tirado misiles y bombas incendiarias, cuando no gas nervioso, minas anti-persona que nos han dejado sin brazos o piernas, quemados los sentimientos, la vida y las ganas de ser personas felices.
Los niños de la calle de Brasil, que serán masacrados a miles antes de la Copa del Mundo o de las Olimpiadas, también escupen en vuestra cara, porque habéis perdido la vergüenza, el honor y la dignidad, peor aún, quizá nunca la habéis conocido, convirtiéndoos en meras réplicas de 
vuestros maltratadores, abusadores, masacradores…
Nunca me borraréis la sonrisa, ni olvidaré que fui feliz, siendo niña, aunque me lo pusiérais muy, muy difícil.
Las niñas y niños del Sáhara…

Exposición de fotografía "Fuerteventura: hábitat, desierto y océano".

«Librería de Mujeres de Canarias» C/ Sabino Berthelot, 42 Santa Cruz de Tenerife.


Geología, fotografía y pensamiento.
Durante el “Pleistoceno”, hace alrededor de cincuenta millones de años, se abrió lo que hoy llamamos Estrecho de Gibraltar y se inundó el área del Mar Mediterráneo.
Fuerteventura, al ser una de las islas geológicamente más antiguas en su formación, se bamboleó al crearse un vacío por el caudal de agua oceánica que formo el mediterráneo, dejando la cara de Barlovento más elevada y zonas que estaba sumergidas quedaron en la superficie, dando origen a las “Solapas” o “Solapones”, que con la erosión y el paso del tiempo nos han dejado estas caprichosas formas en los acantilados de Pájara, siempre en la costa de Barlovento.
Solapón del Negro
Playa del Viejo Rey, Jandía
Por último reseño un fragmento escrito por Susan Sontag que dice ”…Podemos apresar el mundo entero en nuestras cabezas. Coleccionar fotos es coleccionar el mundo. El cine y la televisión iluminan paredes y desaparecen. En la fotografía la imagen es un objeto, liviano, barato y fácil de almacenar.
Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que sabe a conocimiento…”
Sólo me resta explicarles que el estudio de la arquitectura en ruinas, comprueba y localiza la cultura Amazigh de Canarias, una vez realizado un estudio comparativo entre las regiones del Anti-Atlas-Marruecos, Agadir-Souss-Massa, Taroudant y Ouarzazate, con las estructuras habitables más antiguas de Fuerteventura, con la inestimable colaboración del “Archivo Histórico del Cabildo Insular de Fuerteventura”, por la ayuda prestada para la realización de esta investigación.
amazigh bab

Regalo, para un solemne estúpido…..

Hay un estúpido, solemne en su envidia, y al que le hago dudar de «su identidad ficticia».
 Ignorante de raíz, que dice «pertenecer al mismo tronco familiar» que yo, jajajajajajajajajajaja, que me acosa, persigue, comenta cualquier cosa que haga, o noticia en la que aparezca alguna de mis creaciones. Soy AFRICANA, mestiza, hija de aborígenes mezclados con conquistadores, emigrantes de aquí y de allá, y ese es mi mayor orgullo: pertenecer al MUNDO. ¡Pobres de aquellos que para tener IDENTIDAD se sienten amenazados por la mía!  jajajajajajajajajajajajajaja
Mi única familia son lobos y cernícalos. Tengo hermanas Langostas,crustáceas, resistentes, de aguas cálidas y arenosas como yo… ¿A que familia se referirá este huevo frito?

Mi corazón: una tormenta en el Océano.

 

Así, como había visto el Océano aquella tarde, revuelto, con una fuerza capaz de arrastrar toda la Tierra hacia las profundidades abisales, estaba su corazón. Removido, como las grandes rocas que aquellas olas bravas, gigantes, bamboleaban en el fondo.
Miles de emociones se agolpaban en su cerebro, incapaz de asimilar tanto cúmulo, tanto desparpajo, capaz de arrastrar un pedazo de costa, de una mordida de ola marina.
Personas, animales, objetos, flores, puertas arrancadas y barcos bamboleados. El resultado de aquella marea infernal, casi de fuego, si no fuese por lo gélido de las aguas del Atlántico en aquellos primeros días de Marzo…
Contempló como las nubes viajaban a velocidad de vértigo, cambiando de dirección, rolando de norte a sur, de sur a norte, y de repente aquel sol, iracundo, cuando estaban en el centro del ciclón. Duraba una media hora, empezaba a llover.
Un aguacero, por todas las lágrimas derramadas a lo largo de toda su vida, que en media hora hacía invisible el camino, arruinaba su ropa seca, y la hacían totalmente frágil. Como aquella hojarasca, a merced del viento huracanado. Como aquellas ropas tendidas que se agitaban como látigos infernales.
En medio de aquella tropelía, que era la vida, vivía su corazón.
Maltrecho a veces, feliz otras.
Como aquellas tazas de café, halladas en medio de las ruinas, blancas, relucientes, esperando a estar llenas, con el delirante aroma de café, infusión sanadora, compañera del olvido, de la soledad. Sorbo, que arrastraba sinsabores de años.
Arañas esperando, a que amainase el aguacero. Para seguir tejiendo, y devorando, tejiendo, devorando… Por toda una vida, de araña.
La sorpresa, de un día de aventura, en compañía de los hermanos, Mariposa, enamorada de una cucaracha, y Luciérnaga de ojos azules, brillando de alegría, de ser aprehendidos en comunidad los tres, en medio de la tormenta, que azotaba el Océano…. Por la Vida.
Fotografía de Farah Azcona Cubas. Todos los Derechos Reservados.