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Leni Riefensthal fue detenida durante la ocupación americana de Alemania en 1946. Su marido enrolado en el ejército alemán estaba desaparecido. Su trabajo como cineasta fue secuestrado y jamás le fue devuelto.
Leniaños antes había llegado a la conclusión de que deseaba hacer cine documental pues el futuro de la Educación pasaba por este. El cine argumental no le ofrecía ningún interés.
De niña fue hija única y de clase privilegiada. Se crio jugando al tenis y practicando la danza, la que fue su primera ocupación. Después fue actriz de cine y nunca fue sustituida por ninguna especialista. Habituada al deporte de invierno, la natación y demás disciplinas, rodó en un glaciar de Groenlandia y también en los Alpes Dolomíticos.
Más tarde se decidió a hacer cine por su cuenta. Se acercó al régimen nazi, que le encargó la película sobre el Congreso del Partido Nazi en Münich, y más tarde otra sobre la Olimpiada de Berlín en 1936, lo que le dio un impulso económico a su carrera que no habría obtenido de ninguna otra manera.
Su trabajo como directora de cine fue incansable y mandó construir unos fosos para filmar a los atletas desde el suelo lo que les daba la estética que ella deseaba. Inventó un raíl de tren que llevaba la cámara para rodar escenas en movimiento.
A los 95 años mintió sobre su edad para poder obtener el título de submarinista, y se dedicó a rodar en el fondo marino del Mar Rojo hasta su muerte a los 105 años de edad.
La ideología ultraderechista es reconocida en la Ciencia Política como segregadora de las mujeres y la aniquilación de su papel social relegándola al de ama de casa y madre, pero Leni Riefensthal nunca tuvo hijos.
A los 98 años nadaba junto a su novio de 40 para hacer una película sobre los arrecifes de coral.
Podemos pensar que el ministro Gallardón desea pasar a la posteridad como el reformador del Derecho español, que se nutre del Código Civil que data de Isabel II. La Ley del aborto, primero y la Ley llamada Mordaza, después, corroboran un giro hacia la ultraderecha, y lo banal de la maldad que encumbró a Hitler a las cimas de las estrellas de cine, pero en versión macabra, un monigote del mal.
Estas dos Leyes se promulgan en un momento en que la ciudadanía ha sido previamente amedrentada con una falsa crisis económica igual a la de 1929. Los nazis subieron al poder en 1933.
El bucle del mal y su banalidad, conformada de individuos sin alma, completamente estúpidos y embrutecidos, siguiendo el pensamiento de Hannah Arendt sobre Adolf Eichman en el proceso judicial de Jerusalén, se cierne sobre la ciudadanía española sin que podamos más que poner de nuevo nuestra sangre, arterias y órganos al servicio del Mal.
Seremos una nueva “generación del Toro”, en palabras de María Zambrano al referirse a la generación que murió y sufrió en la Guerra Civil española, esta vez en una guerra soterrada y sin trinchera.
Mujeres de uno y otro signo que jamás se sometieron a nada nos hablan hoy aquí: una capaz de utilizar el dinero nazi para realizar su obra artística, condenada y denostada por ello hasta su muerte, y la otra retornada de un exilio que duró más de cuarenta años, que no se doblegó ni siquiera ante los premios que le otorgó la corona española llegada la Transición y su regreso.
Mujeres por la Igualdad, desafiantes ante cualquier asomo de incapacitarlas para hacer lo que deseaban en todo momento.