“Como Dios manda”.

Él era un hombre con un peluquín pelirrojo, y caminaba jorobado, delante, con un papel, o sobre, en la mano.

Lo encorvado de su andar le hacía tener la mandíbula laxa, dejando entrever una dentadura postiza alargada, encía retraída.

Vestía el hombre chaqueta de paño de mala calidad, estilo años cincuenta, a cuadros escoceses.

Ella, ojeras inmensas, caminaba detrás. Lejos, a la derecha del jorobado.
Es vieja y enjuta, usa una chaquetilla de punto, tejida con creencias de resignación y obediencia.

Regentaban un bar de nombre canadiense, recuerdo de su emigración largo tiempo atrás, cerrado y recién reformado. También tienen una pensión.
Tienen todo perfecto, limpio y pulcro sobre las costillas de la mujer de grandes ojeras.

Viven esperando la vuelta de un hijo que quedó allá, en Canadá, para que “tome las riendas del negocio familiar”.


Pulcro y cerrado.


El hijo, dicen en el barrio, no quiere volver, y no me extraño.


Curiosamente, viste la pareja de colores claros, siempre con la misma ropa. Ropa de quehaceres cotidianos.

A veces, él gritaba algo incomprensible, desde delante, girando el peluquín pelirrojo en contorsión macabra.

Ella bajaba la mirada, rezongando una respuesta inaudible, con ojos vengativos. Era el único atisbo de Libertad que se respiraba entre la pareja, de jerárquica distancia, casi procesión.


Para  .

Del padre.

Vive para siempre, el padre.
Allá en los árboles que me enseñó siendo apenas una niña.
Sus amorosos brazos morenos, me abrazaban en la cuna.
Los mismos brazos enjutos que tomé para bañarnos juntos
en el Atlántico.
En el final.
No asistí, más que a tu lecho.
Te di de comer y lloré contigo,
al devolverte el cuidado.
Dejé una piedra en tu tumba, y no volví.
Tu risa vive en

mi

tu

corazón.

Adiós padre.

Medea cibernética.

Después de dos décadas de destierro.

Sólo me quedó una lata vacía de precioso diseño, y una moneda de 1927.

Quien salió de mi corazón no volvió a entrar, nunca.

No éramos parientes. No éramos nada.

Entraron a mi vida plantas, cernícalos y una Loba fiel.

El Sol, la Tierra y la Natura.

La magia de Medea.

La Loba Fiel sabe leer los signos, los muerde, y me avisa.

“El cuero de tu lecho está corroído”, me avisó. No le hice caso.

Manías de loba vieja, pensé ignorante de mí.

Anduve en líos sociales, que me repelían desde la infancia.

Por el trabajo que dan y la Hipocresía que hay que ejercer.

Apesadumbrada, supe.

Que mi camino es el duro.

Que lo elegí yo.
Acarreo un carromato de consecuencias insalubres.

¿Dónde quedaron aquellas fanfarrias?

Nunca me interesé por su paradero, ni disfruté de verme envuelta en ellas.

Decididamente no quiero ser nada.

Nada más que lo que soy, pues mi latido no está enfermo ni está podrido.

Allá seguirá el escándalo, por lo que dije. Por lo que hice y lo que fui.

Nunca quise ser otra cosa.

Infancia-Incidentales. Brasil-Marruecos.

Infancia-Incidentales.
Brasil-Marruecos

1-         Niño reprendido por su padre con puñetazo en la cabeza. Tánger, Marruecos.

2-         Niño que trabaja asando carne en el bar familiar. Plaza “Talborjt”-Agadir-Marruecos.

3-         Niñas y niños venden fichas telefónicas vigilados por adultos con chaleco identificatorio que dice “Sindicato del Menor Trabajador”. “Terminal Rodoviária”, Salvador-Bahía. Brasil.

4-         Niña de la calle que orina en la puerta de la Mezquita, por haber sido expulsada por responsable del edificio. “Talborjt”-Agadir, Marruecos.

5-         Niñas y niños de la calle que venden cacahuetes por las mesas. Son expulsados por el dueño del bar con el argumento “espantan a los turistas”. Salvador-Bahía, Brasil.

6-         Niños de la calle meten los equipajes de turistas en las bodegas del autobús que les llevará a su hotel. Los turistas dicen “si se creen que les voy a dar un céntimo están arreglados”. Aeropuerto Internacional-Salvador-Bahía, Brasil.

7-         Niño de la calle, adicto a la cola-pegamento. Eczema infeccioso en todo el rostro. Porta un radio-cassete color rojo. Plaza de “Talborjt”-Agadir, Marruecos.

8-         Niño que arrastra un día entero sus utensilios de limpia-zapatos. Agadir, Marruecos.

9-         Niñas que deben andar dos horas para ir al colegio distante unos 14 kilómetros todas las mañanas. Alto Atlas, Marruecos.

10-     Niños que merodean por el manglar en busca de clientes de prostitución. Maceió-Alagoas, Brasil.

11-     Niño de la calle, homosexual, adolescente. Recibe paliza y es desnudado. “Pelourinho”, centro histórico-Salvador, Bahía, Brasil.

INFANCIA.

Se me dar um cigarro, eu dou. Tía”
“Si me das un cigarro, me acuesto contigo, Tía”.
Así me saludó un niño de la calle en Salvador, Bahía, a la salida de mi trabajo como ilegal en un restaurante.

Mi mente, con un nuevo paradigma para comprender situaciones violentas de verdad, a las que nunca antes en mi vida me había enfrentado, me animó a responderle, de manera subjetiva, para no morir de dolor:

“Criança nâo fuma”. “Los niños no fuman”, desentendiéndome de su ofrecimiento sexual, con un tono autoritario, maternal.

El silencio y el canto de los pájaros me sosiegan. Lo suficiente para contarte lo que vi en la mirada de aquellas niñas y niños.
Muy pequeños, desde los apenas dos años de edad, hasta pre púberes de entre diez y doce años.
A partir de esa edad son demonios diminutos, encallecidos por la barbarie.
El mayor número ha huido de palizas, violaciones y esclavitud de parte de sus propias familias.

“Y yo me pregunto”, como Netzahuátlcoyotl el rey poeta de Tlexcoco, ¿para qué tanto dolor?

“Sólo un poco aquí”, cantaba el rey nahuátl.

Para estas niñas y niños sólo será “un poco aquí” lleno de miseria y profundo dolor.
Una herida abierta y sangrante será su vida.
Todos los días miles de adultos le echan sal a su herida. De cicatrices groseras y mal cosidas.
Hay costuras que nunca cierran, jamás.
Se los dice una niña, que fue, de la calle.
Poesía de Nezahualcóyotl

Del Amor del 18 Brumario. Karl Marx y los monos de Darwin.

Canta Lafourcade, voz mexicana de apellido francés, y recuerdo el “marriage”.
Devino en “Mariachi”, ya que los franceses al no entender por qué se daban aquellos grupos tan grandes de músicos y cantantes, dijeron “marriage”, boda…
“Hasta la raíz”, canta la voz mexica.
Así es mi dolor.
Una mezcla de ingenuidad marxista, la de “los monos de Darwin”, que tanto influyeron a Karl, el traidor de la Comuna de París.
Mi corazón es la Comuna traicionada, pues amé, como primate darwiniana, un espejismo.
Espejismo de Amor Revolucionario, jamás correspondido, por la cobardía de los contendientes.
Hasta hoy espero.
Con mi Dignidad intacta, mi “Karama” árabe. الكرامة

Mi Dignidad es mi valor de primate evolucionada.

 

Intacta.
Permanece a la espera.
Mi “Karama” paseó por el Mundo, y nunca encontré un contendiente con quien compartir mi Comuna.
Anarquistas, con hijos en colegio de pago, pasearon por mi lecho, columpiándose en mi corazón.
Y huyeron ante mi compromiso absoluto con la gente desheredada, mucho más virtuosa que sus vidas, secretamente burguesas.
Culpabilidades subrepticias. Armarios de una sola puerta.
Solteros impenitentes, aún con esposas e hijos.
Amantes y concubinas lo confirmaban.
Los Golpistas de Medina, con Mahoma a la cabeza, lo habían confirmado.

Hipocresía. نفاق

 

1438 años desde la derrota.
De nuestro Amor Digno. الحب الكرامة
Y allí seguía yo.
Esperando.

 

Como esperé en Europa, América y África.
En un mes visité los tres puntos de mi “Qibla”.  القبلة
Y quedé agotada después de un año entero de lágrimas.
Fueron tantas, que me brotaron los dos nenúfares de Boris Vian en los pulmones.
Sólo un vago recuerdo del saxofón rumano, tocando para mi sola, “Desafinado” de Tom Jobim.
Leves lembranzas de alguna piel ajena.
Olor vago, de sudor extraño, en mi pituitaria.
De lo que amé, traicionada y sola en mi Comuna.
La de mi corazón.

 

Oh, Nabil… يا نبيل

Una vez más, el fraude al que llaman amor tocó a la puerta de mi corazón.

Sin saber, pobre fraude, que mi cerebro ha abrazado a mi corazón…

Me lo ha enseñado una profesora de nívea cabellera, ojos negros de khool…

Las letras me protegen del amor de Egipto, por muy creativo que sea el fraude, no me lo compro, es caro.

Mujer política, imposibilitada para seguir esa estafa neurótica, adornada con corazoncitos rojos, infantiles.
Siento que tengo tres mil años de antigüedad frente al burdo merchandising.

Mi amor, atesorado en las pinturas de la Reina Hatshepsut, en las músicas de la Diosa Hathor.
Al final mi amor no es más, ni menos, que una vaca con disco solar entre los cuernos.

Amor de África. Brasil, Marruecos y el Sáhara.
Amor agrietado en Italia, Alemania y Francia.
Amor ebrio de alcohol en Inglaterra.

¡Detente fraude! Aléjate con tu maldición, ya sé que después de los corazoncitos viene el mercado de barbitúricos y el suicidio.

Muerte probada, sabor metálico de juventud, ¡aléjate de mis cabellos de fuego!

Tatué mi cara para lanzarte al abismo, y siempre pides más. Siempre una nueva estrategia para acabar en lo descarnado del sudor, la carne desnuda y las lágrimas.

Eternamente el mismo crimen, de Raskolnikov, sin castigo. Mi alma pura frente al hacha ensangrentada. La usurera y su inocente hermana, asesinadas por el marketing-de-la-Revolución-actuando.

Para nada.

Simple mezquindad y deseos vanos, ay Epicuro

Omega dijo, que mi mente científica, de Aquarius, lo resolvería todo.

Tenía razón.

Mi cerebro vive abrazado a mi corazón, para siempre.

Oh, Simbad…

Me acostumbré a perderte, cada vez que llegaba el Monzón.

Te alejabas en tu barco, a enfrentar olas enormes y peces grandes.

Me acostumbré a tus viajes, a esperar, en buena compañía, con el corazón lleno de amor para tu regreso.

Sólo tú sabías enfrentar una tempestad, como la que yo era en aquel entonces.

Recuerdo tu felicidad de celebrar mi raridad, a cada vuelta de tus viajes.

Que felizmente orgullosa me mostraba, contigo, frente a la crítica de todos. Que orgulloso me mostrabas, ingenuo de ti, a tus amigos.

Tu piel oscura, tu andar bamboleante, hecho de olas de mar y de cerveza, espantaban a casi todo el mundo.

Siempre sabía cuando era la hora de tu regreso, sin mirar calendas ni horóscopos.

Hasta que te dije, vete…

Ella, la hiel del desamor y los pájaros del amanecer.

La mañana del día después al desamor fue llegando. En forma de tosco despertar, mal abrazo y canturreo de mirlos. Todo esto la sumió en el bucolismo que la acompañaba desde días antes, cuando pensó en él. Cuando recordó que hacía días que la rehuía, y no le hablaba.
Decidió hacerlo ella, tan dada a no tener orgullo en el amor, como hacen las buenas amantes.
Hubiera sido mejor haber sabido amar menos, y defenderse mejor. Elevar la alerta que avisa de los carroñeros que pululan alrededor del placer femenino para negarlo. Pura misoginia, pensó ella.
Después de una durísima discusión decidió acabar aquella historia, larga demás para su gusto, que llevaba sumiéndola en la incertidumbre desde al menos hacía tres años.
La cobardía de él no la cogió por sorpresa. Había dejado de escucharlo por un par de meses cuando la mostró por primera vez. Cuando supo que el armaba una treta para esconderla sintió lástima. Ella jamás tuvo miedo al amor ni a sus consecuencias, por muy nefastas que fuesen. Y así se encontraba de nuevo con el rechazo rudo al abrazo del amanecer, que debería haber sido de amor.
Nunca, en todo aquel tiempo, había encontrado más consuelo que la brisa en las palmeras imperiales de Recife, al lado del Palacio del Gobernador, y viendo la risa de los niños del Nordeste de Brasil, su patria lejana.
Una patria con olor a carne seca al sol y meado en la calle de arena. Una patria de océano helado para resistir el calor tropical. La patria de la música y el baile, dónde cualquier cosa es motivo de fiesta, y la añoró más que nunca, al punto de comenzar a llorar. Desconsolada por el amor cobarde, sólo derramó lágrimas por la valiente patria perdida.

Y tú.

Y tú me llamas indecisa, después de decirme que tienes miedo de que me enamore de ti.
Y deseo preguntarte.
Si acaso no te enamoraste de mí en secreto, y tuviste miedo hasta de tu pensamiento.
Me tutelas, presuponiendo que no debo sufrir por tu amor, y por ello me desprecias.
Y deseo decirte.
Que soy mayor de edad emocionalmente. Que si me enamoro de alguien no es necesario que me correspondan, pues hasta ahora sólo encontré mentira y acomodo. Que si sufro por amor es asunto mío, y que si no me amas o no te atreves a hacerlo, yo resolveré mis problemas como he hecho siempre.
¿Indecisa? ¿Quién decidió que yo fuera arrojada a una selva de hombres que se creen en el derecho de decidir por mí, lo que me hará bien y lo que no?
Y a ti que me has llamado indecisa te digo:
Que no necesito las migajas de tu compañía, que son saciadas con creces por el amor que le tengo a la amistad y la buena compañía, de las que ando sobrada.
Te digo que si te abruma mi talento y mi carácter, no eres el hombre que busco ni siquiera para un minuto de sexo lujurioso y que seguiré adelante sola, como siempre.
Definitivamente me alegra restar en soledad por siempre, si la alternativa es estar acompañada por alguien como tú.
Y yo te llamo Fraude.
Fraude por presuponer que debes tratarme con dulzura para llegar hasta mi ropa interior, si luego destruyes mi corazón lanzándome a la cara palabras peores que puñetazos.

 Te llamo Fraude por creer que eres un hombre cuando tienes el vestido de Supermán ajado, de tanto presuponer. Fraude, de niño caprichoso con la melena al viento, que se cree hombre para decidir cuándo debo sufrir o ser amada. Definitivamente, estoy mejor sin tutoriales de cómo ser mujer, porque lo soy desde hace miles de años.