Después del amor y la luna, vino a visitarla la muerte.
Una muerte vieja, conocida, que todo lo despelleja. Ella asintió. La esperaba hacía milenios. El amor de antes de la luna ya le anunciaba el amor, y este la muerte venidera.
Hartazgo de muerte- pensaba ella, que moría interminablemente a cada luna, con cada nuevo amor…
La primera vez, muy joven, embrutecida, por creer que cualquiera podía tomarla sin más. La luz se hizo, y vio a su amor del brazo de otra, y allí vinieron su primera Luna y la muerte, un abismo.
Muerte buscada para descanso de su dolido corazón, que no llegaba nunca pues se trataba de eso: de morir lentamente, con cada Luna, con cada atisbo de ternura y amor.
Se consolaba huyendo a cientos de miles de kilómetros, pero allí donde fuere la alcanzaba el fatídico destino de Luna, Amor y Muerte. Por más desiertos que alcanzó, mares encontrados al azar en los que purificar su cuerpo maltratado, siempre le llegaba la extraña maldición. El Amor, la Luna y la Muerte.