LA GOLONDRINA QUE MURIÓ.

Se topó con ella, de repente, muerta en el suelo como un guiñapo.

 Un animal tan bello, capaz de volar desde África hasta Fuerteventura, para seguir volando hasta Europa a pasar el verano. 

La luz eléctrica, me gusta más en portugués, que se dice “elétrica”, quizás la cegó, o el mismo agotamiento del viaje, y aterrizar en el pueblo equivocado, dónde antiguamente había una marisma en la que ellas descansaban del viaje, bañándose y riéndose por haberlo logrado, un año más.

Quién sabe si se cegó con la luz amarilla, que mal alumbra las calles, o estaba muerta de sed.

Muchas veces me siento como ellas, agotada de tanto volar en Libertad, y toparme con gente que son territorio yermo sin agua, o con gente de luz fulgurante, el justo destello para cegarte, y matarte el corazón para siempre, tramposos que secan las marismas del amor.

Millones de veces me he tropezado con personas que fueron como muros de cobre y plata, duras, y me costó años derretir el muro de maldad que habían puesto delante de mi, para ser Feliz y Libre, como soy ahora, que vivo en el desierto al que vuelan las golondrinas, para descansar, hablando entre ellas de sus hijos, y de qué encontrarán en Hamburgo, París o Londres, al llegar a pasar el verano.

Plumaje blanco y negro, voz preciosa en el canto, nido perfecto, cuerpo pequeño, para tan largo viaje; pero cada año, abre las alas y despega, desde África rumbo a mi isla, para seguir el rumbo al país del horario, y la gente seria, que no les seca los canales, ni las marismas, podrá beber agua en cantidad, bañarse, juntarse con las amigas de su pueblo a parlotear, tranquilamente del más y del menos, de sus hijos, del bien y del mal. Se sentirá respetada y admirada por gente culta que entiende que sin ella, su ciudad no sería la misma. 

¿De que hablarán las golondrinas? Debería estar un nuevo Salomón a mi lado, que me tradujese y hablase con ellas…Para que me explicase como los humanos son tan vanidosos que secan lagunas, marismas y destruyen todo en función de su único interés, sin pensar que somos un animal más y sin sentir la pena que me dio al ver a la segunda golondrina muerta. Ya lo dijo José Martí, hijo de la lagunera Leonor Pérez Cabrera, “Un pueblo sin cultura está condenado a ser esclavo de su ignorancia”

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