Farah se sentía heredera de la princesa Tin-Hinan, en idioma amazigh “ella, la de las tiendas”,«que salió a tiempo de la Atlántida para fundar la tribu Tuareg, llamada “De los hombres libres” y donde son ellos, los hombres, quienes llevan velo.
Venía por tanto de una estirpe anterior a la conquista islámica del norte de África, y era partidaria del Islam Malikí, que acepta la existencia de santos y santas, y que incorpora en gran medida el animismo practicado por la etnias amazigh, antiguas pobladoras del Atlas así como de Cartago.
Su santa más amada es Maïmouna, que desnuda proclamaba a los cuatro vientos “Maïmouna araf Al Láh, Al Láh araf Maïmouna”, Maïmouna conoce a Al Láh y Al Láh conoce a Maïmouna.
A veces, cuando debía enfrentarse sola al tren nocturno, que la llevaba desde la casa de sus hermanas, usaba un hiyab que le cubría la cabeza y el rostro hasta la nariz para evitar a borrachos e indeseables que viajan en este horario nocturno.
Jamás necesitó usar nikab, y ninguno de sus maridos se lo impuso, al seguir ella la ancestral costumbre del Sáhara de tener, ella, un harén masculino, y no al contrario donde los hombres tienen un harén femenino, como sucede en el mundo arabo-islámico, tal como lo conocemos hoy día.
Se sintió triste al saberse viuda y ser tatuada por el mágico Dervishe, que le hizo ver por fin, su verdadero rostro. Pero la animó la ley del Sáhara, que reconocía en su tatuaje de viuda, que era la heredera de todas las posesiones de su marido, que la había dejado en la indigencia y encima con deudas.
Aún así, quiso señalar que su Amor había muerto, que él lo había matado para siempre dentro de ella, y se negó a vestir otra cosa que no fuera el pañuelo amazigh que cubre la cabeza y un velo fino, para tapar su rostro cuando tenía que tratar con aquella horda de indeseables y salvajes, que se hacían llamar “hombres”, y que para ella sólo significaban una multitud de gente sin valor, como el material que se desecha al trabajar la plata, adorada por su pueblo para fabricar todo tipo de joyas maravillosas de corte visigótico.
Se hizo acompañar de su loba “Habiba” y esperó a ver volar a los cernícalos, para que le dijeran que rumbo tomar en aquel Sáhara urbano de Occidente…
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Ojalá el talento, el coraje y la belleza -tu talento, tu coraje y tu belleza- fueran contagiosos.
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guay la historia…. tiene un trasfondo mágico…
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bella oda a la libertad (soy Ana. Besos!!)
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