“Misfits, Inadaptadas.”

Ídolo 1
Su amiga la miró apavorada cuando ella le espetó, “¡Somos unas marginales!”.
Tuvo que explicarle que a ellas, nadie las quería cerca porque eran mujeres acorazadas, que expresaban libremente su opinión, escribían lo que querían, sin interesarles réditos o fama.
Explicado esto, a su amiga le volvió la compostura al rostro.
Al poco tiempo hubo de pasar por el “Tribunal de los metros de Tela”.
Es aquel Tribunal formado por Guardianas de la Vestimenta, que se creen Feministas, y te acusaban, con sorna, en un nimio comentario sobre tus vestidos imperiales árabes, para poder decir luego que estás completamente loca, ante tu airada reacción.
Loca, y además terriblemente agresiva, con lo cual queda demostrada su Teoría de que “las Mujeres Transexuales no son Mujeres”.
Años atrás, el grupo de mujeres transexuales contemporáneas a los años ochenta y noventa que frecuentaba, la habían repudiado, por ser Feminista y no encajar en sus patrones de violencia de género, asumidas en un remedo de femineidad atrasada y bárbara.
También fue rechazada por no saber ocultar sexo subrepticio, por no saber ser ladrona, o delincuente.
Tenía ella, la virtud, o el defecto, de sacar de sus casillas a cualquiera que pensara que tenía algo identificado y resuelto, en cuanto a forma de vivir, pensar o ser.
Por negarse a mutilaciones y operaciones que la convertirían en una “muñeca”, citando su propio argot…
¡Ay!
¡Cuánta muñeca despedazada encontró con el devenir de los años!
Ella, por aquellos días, ya protagonista de “Misfits” con Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift.
Desempeñaba su papel de loca, inadaptada y marginal a las mil maravillas, tras los años de largo “estudio”, que para su escuela hubiese deseado Lee Strasberg.
Cimbreó sus caderas machistas, por mor de “adaptarse”, y danzó su vientre árabe.
En pos de sentirse formar parte de algo.
Y ni aún así fue integrada.
Se despedazaba cada vez más, presa de una Marginalidad Inadaptante de Manual, cuyo principal síntoma era la Falta de Integración.
Pobre Freud, pobres misóginos y misóginas incapaces de ver en ella la Femineidad rocambolesca de Cibeles.
La Diosa de los sacerdotes eunucos, adornados con cintas amarillas y rojas, estridentemente atusados, sus voces histriónicas atronando cualquier conversación.
Doquiera que iba se sentía invadida por aquella estridencia.
En un tranvía.
En un restaurante comiendo en silencio sentada.
Sumida en un mar de confusión, eligió seguir sola sentada en su trono.
El Imperio lo exigía, y así fue ella educada.
Se entretuvo escuchando a la Orquesta Nacional Árabe, propia de su condición de Inadaptada.
En la soledad de su Imperio, saboreó el acoso, las denuncias y las adornó con más fotografías, grafismos y letras.
Tal era su venganza.
La de la Cultura.
Una Cultura elevada, rica, secular y ancestral.
El violín árabe contoneó su Córtex Cerebral, y en sutil frotamiento de cuerda con arco, la Cultura le bajó hasta el Hipotálamo.
Ésta vez sin lechos, sin amor desmadejado y sin tristeza.
La Cultura la poseyó, y se sintió al fin perteneciente, integrada, afín.
Por una vez, una más, como en “Misfits”.

 

 Fotografía: «Ídolo del Agadir de Valerón, mujer en terracota» «Museo Canario». Las Palmas de Gran Canaria.

 

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