Salió de las brumas de la fiebre para fumar otro cigarro, mientras escuchaba una y otra vez a Fayrouz cantando «Habbaitak Bi saif». La tristeza la saludó y le dio la bienvenida, al mundo unipersonal al que ya estaba más que acostumbrada. La comunicación entrecortada con aquel hombre sencillo tampoco ayudaba mucho. Mientras no se hablaban se decía a si misma que era uno más que arrancaría un pedazo de su corazón y se iría, como dice la canción de Janis Joplin,y cuando le hablaba, él entendía todo sus pensamientos y su forma de ver la vida…
Le resultaba desconcertante, era tan sumamente desconfiada que creía que sólo lo hacia para complacerla. Mientras se recreaba en su tristeza solitaria, él la llamó. Le dijo que tenia fiebre, como ella, y que también se deprimía en cuanto dejaba de comer un poco… Logró animarse un poco conversando con él, pero en cuanto colgó el teléfono, el mar de las dudas desembocó de nuevo en el golfo de la tristezas. Triste mapa para una mujer que deseaba ser amada con todas las fuerzas capaces. Desechó esas ideas victimarias y miró hacia el día siguiente, el día que debían encontrarse.
Deseó que fuera un encuentro agradable, en el que no sintiera que le tomaban el pelo nuevamente. Confiaba bastante en él, pero podría resultar todo una mentira más… Se revolvió en su propia contradicción y volvió a liar un cigarrillo, para escuchar de nuevo a Fayrouz.