Dormitaba, inerte en el sofá viendo como los norteamericanos le dedican un culto ritual al crimen, hasta en sus más mínimos detalles. El único ritual superviviente en la sociedad de la comida basura. Una gota de sangre en la pared, un cadáver bellísimo trucado con fotoshop, para ejercer presión sobre el espectador y mucha trama leguleya, para que crean que lo saben todo. Quién sabe si después se animen a asesinar a alguien y entren en los anales de la televisión.
Encendió un cigarrillo como aquella mujer de Nevada. La visión retocada fotograma a fotograma de un asesinato no incluye jamás los olores, ni el tacto viscoso de la sangre. No estaría tumbada en el sofá oliendo el vomito o la peste a putrefacción de un muerto reposado, diría macerado días y días, hasta que aparezcan los salvadores de la sociedad del bien, y arresten a los malos con sus pruebas de ADN, pelos analizados y señales que nos habrían pasado inadvertidas a todos. La realidad del crimen resulta entorpecida por la infalibilidad de los buenos, e incluso recompensada con una justiciera venganza cuando el criminal puede quedar impune. Detalles tremendamente sórdidos que embellecen la muerte violenta hasta darle un no sé qué de perfecta imagen…
Farah se preguntaba que sería peor: la muerte retratada una y mil veces en la pantalla de la televisión, en Miami, New York, Los Angeles y en Las Vegas, o la muerte en vida de millones de mujeres maduras como ella, condenadas al sofá y a asistir impertérritas al holocausto diario al que se enfrenta la gente.
Resultaba una suerte ser tratada con mimo por forenses inexistentes que hacen las autopsias a muñecos de celulosa con órganos vitales falsos, ser duchada con esmero después de muerta, mientras a una le hablaba una mujer afro americana, en voz tenue, confidencial rayana en lo sexual, sustituido a veces por un tono maternal.
Planes infernales de cómo asesinar interminablemente a toda la humanidad, gota a gota, sin el descaro pornográfico de las imágenes del holocausto judío en la Alemania nazi, porno suave que te acostumbra cada lunes a tratar con el crimen y aprender a justificarlo, juzgarlo y condenarlo, sin moverte del sitio, rascándote la piel allá por el elástico de las bragas.
Continuó muerta en vida, desmayada en su madurez femenina, condenada a ser invisible en un mundo de fantoches retocados, esperando su suerte, que vendría en forma de hombre joven, no muy culto, de cuerpo musculoso, que vendría a disfrutarla como si de un crimen se tratase, relegándola a enamorarse de un imposible y seguirse conmoviendo todos los lunes. Por la suerte que tienen los cadáveres allá por América del Norte…
Eres demasiado inquietante. A ver si escribes algo que tranquilice. Necesito literatura boba. Algo así como Farah conoce chico o chica – con pasado turbio- y se casan para siempre jamás si la menor duda o atisbo de indecisión. ¡Es que eres tremendo! Cuéntanos que está pasando por aquí, por el barrio. Voy a reenviar inmediatamente el video de Suleiman.
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¿Pero te gusta o no? Inquietarte es lo que quería, transmitirte el picor allá por el elástico de las bragas mientras dormitas en el sofá…
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Cada día paso por tu Blog deseando leer el próximo relato. Me gusta como escribes y lo que escribes. A mi madre, Lila, le encanta Jean Austen y a mí me gusta Jesús Azcona.
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