Su andar felino conmovía las calles a su paso. Paso de leona presta a atacar a cualquiera que se cruzase en su camino. Camino construido con deseo, lujuria y pintura de labios olor de fresa y perfilador rosa oscuro… Una vez más se había enamorado perdidamente de un hombre inexistente, un niño incapaz de hacer otra cosa que jugar, peligroso juego ahora con seres humanos y sentimientos, y sintió su alma turbada. Taciturna se dirigió a su encuentro fallido con el hombre-niño. Una vez más la besaría con aquella pasión animal y una vez más ella, quedaría insatisfecha por la falta de comunicación profunda. Sin poder transmitirle sus más hondas inquietudes, sus ansias por vivir en aquella ciudad sitiada para siempre por la monotonía y el tedio. Vería su cara preciosa y añoraría tenerle cerca más tiempo, arrepintiéndose al segundo de haberlo pensado por imposible. Sabía que llegado aquél punto que estar cerca de él cada minuto, sería destruir el poco encanto que tenía como hombre y que no sería capaz de llegar a sus alturas, todo el día ensimismada en una investigación eterna. El pobre hombre-niño la atacaría de nuevo al percibirla inaccesible, distante en su forma de ser, y ella volvería a repetirse que nunca más hablaría con él o lo llamaría. Sería un encuentro repetido una y mil veces hasta el infinito, ella siempre intentando contarle alguna historia que le permitiera sobrevivir un día más, una noche más. Le agradecería toda la vida al hombre-niño que la hubiese parado, que le dijera que solo sabía defenderse insultándolo y amenazando con contárselo todo a su esposa… Fue un magnífico aporte,pensó ella pintando sus labios antes de salir a la calle, de nuevo con aquel paso de leona.