Globalización
Quedaron atrás, parece, por los ríos de tinta que hace correr la crisis, desaceleración o descalabro del Capitalismo, los tiempos en que se alardeaba de un proceso mundializador que pretendía disfrazarse de cultural y social pero era simplemente ladrón. Los capitales ficticios viajaban, a golpe de click, de un continente a otro sin prever que los verdaderos amos, estaban por organizar la guerra que llevaría al petróleo a su cima y al planeta a la sima.
Podemos ahora, hablar de la globalización del hambre y de la exportación de miseria de un continente a otro, agotado el sueño de los sociólogos afines a los poderosos, inventores de “Terceras Vías”, que auparon a gamberros del poder que matan a diario a familias de iraquíes.
Gamberros que ahora asisten a bodas de pacotilla tapizadas de leopardo, que dijeron que la guerra haría este mundo más seguro, cuando lo que se aseguraban era su futuro y el de sus familias. Gamberros que quieren expulsar a los gitanos de sus propios países, visto que el nomadismo no paga impuestos. Lo que nos ha traído, la Globalización famosa, es la cumbre internacional de la Miseria, celebrada en Roma, en la que se limitaron a decirnos el número de muertos por el hambre que habrá en tal fecha, como se limitaron a decirnos la cantidad que pasaba de un continente a otro, sin que rozara nuestros bolsillos, contagiándonos de su voraz apetito y haciéndonos endeudar hasta la médula.
Ya ven que la economía es una energía tan sutil y fácil de manipular como nuestra propia mente, saturada ante tanto anuncio de crema anti-edad y tanto coche que te permitirá ser poderosísimo solo al conducirlo. Sueños vanos, ennegrecidos por las muertes de millones de hambrientos en el mundo, para que usted y yo podamos mantener nuestras cifras de colesterol alto y que las multinacionales, verdaderos gobiernos económicos en la sombra, vendan sus medicamentos a los únicos y grasientos posibles consumidores. Fingiremos una vez más, como en 1972, que no nos afecta y la gente seguirá circulando, eso si, siempre en el mismo sentido, los ricos en avión a reacción y los pobres en lancha de palo, unos huyendo del tedio y otros del marasmo, que al final son muy parecidos.
Quizás encontraremos la solución al cáncer y podremos vivir seiscientos años, sojuzgando siempre a algún congéner, de piel oscurita y que viva fuera de la isla fortificada en la que acabaremos residiendo. ¿Estará la isla siempre tan rebosante de gamberros, desalmados y expertos en números, y tan escasa de verdadero capital humano que nos oriente en una mejor dirección? La globalización forma parte ya de nuestro pasado…