Las Palmas de Gran Canaria, Gentrificación y la “postal fascista”.

Por fin el aeropuerto en Tenerife se había vuelto africano y la saludaron Senegal, Gambia y el Sáhara.

Voló a Gran Canaria con la socialdemocracia sentada a su lado, asiento de pasillo, ella en la ventanilla, «ultraizquierdista» se tuvo que declarar ante aquella conversación obligada.

Aterrizó en el “Teatro Pérez Galdós” y tomó café en la Calle Mayor de Triana, completamente gentrificada con un hombre joven vestido de pijo, que ni sabía que era fascista, hostil sí que era, de puro nazi.

Parloteó con cuanta mujer obrera se prestó y Mercado de Vegueta adelante, llegó al Patio de los Naranjos, en la trasera de la Catedral, no sin antes discutir con la funcionaria de la “Casa de Colón” que dijo que “antes Guanarteme era sólo putas y maricones, ahora da gusto todo lleno de terrazas”… Ella afilada le respondió que “los Maricones también tienen que tener su sitio en cualquier ciudad, país  y le advirtió de que sus palabras podían herir sensibilidades y costarle un disgusto, en el Mundo cabemos todas”, sentenció.

Pidió permiso a una señora mayor al verla fumar, y ella la invitó a sentarse. La anciana fumaba con aquel estilo de diva de película de los años 40

Hablaron sobre “lo Público”, Política y Cines. La señora le contó que vivía en una Residencia de ancianos cercana a la Catedral.

Notó la soledad de la mujer y como su oído agradecía la palabra política de aquella mujer con barbilla tatuada.

La despidió, se despidieron y se sumergió en la Fotografía de Nabil Boutros,

Nabil Boutros es un artista egipcio de origen Copto, exiliado después del fracaso de la Revolución de 2011, y desde entonces vive en Francia.

Disfrutó de nuevo de la charla con la celadora del la exposición mientras comentaban las fotografías e instalaciones artísticas de Nabil Boutros.

Una mujer joven con dos niños de corta edad, y juntas fruyeron una conversación  fugaz de la Política al Arte y a la Cultura.

Pasó en volandas la Calle Triana, el colmo de la gentrificación, y aterrizó en Playa Chica, Las Canteras.

Una nube de Melfas saharauis la abordó, cuál miríada de mariposas multicolores, y disfrutó de la terraza del bar “Pío-pío”.

La conversación de la mesa contigua le llamó la atención, esa mescolanza entre hassanía con muchas palabras en español incrustadas en la voz árabe.

Habló al más joven y el muchacho le respondió áspero, torciendo los ojos.

Bebió agua con gas y limón, servida por la propietaria china.

Merodeando por las callejuelas del Laberinto-Medina que conforman “El Puerto” llegó a un oasis de telas mauritanas, inciensos y babuchas amazighs.

Como no, se aprovisionó de Khool para pintar los ojos y librarlos de la contaminación y salió feliz, con un saco repleto de fantasía a la espalda que le llenó la vida.

Comió a la moda magrebí y se sintió en su propia casa. “Ahlan wa Sahlan”, Bienvenida a tu tribu, acompañada por una señora colombiana de hablar sabroso, que la dejó a la puerta del restaurante.

Anduvo con su fardo de fantasías a la espalda con el peso del sol de mediodía y se topó con la “Casa Suecia” y toda la melancolía de la juventud vivida en aquellas sillas y mesas se la tomó con un café, muy sueco como aquellos de antaño.

Recordó cuando leía los periódicos colocados en una larga pinza de madera, cómo en los hoteles de las películas a dos calles de la playa y del Océano Atlántico.

Recordó todo saboreando el café, lo bueno, lo malo y lo regular. El sabor del café ruín hasta llegar al café sueco de infusión, colado, otro oasis.

Las noches bailando y las noches en blanco en plena tragedia. Esta ciudad es abierta y áspera. Te lo da todo y te quita todo, una ciudad africana de vida dura.

Observó que el paseo litoral imitaba al de Copacabana, y aquella pobre ciudad no sabía que era Favela, Morro habitado clavando tablas de chabola, comiendo pescado de la orilla y bebiendo agua cargada al hombro o a la cabeza.

Una vocación de “ser la ciudad carioca de África«, en dura competencia con Casablanca y su cinturón de “Bidonvilles”…

Texto y Fotografías originales de la autora.

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