
Te besé amor mío.
Me besaste amor. “Mi vida” te dije.
Me acariciaste el corazón herido de muerte y me sentí aliviada.
Esperando el momento de la soledad para agradecer al cielo que te envíe, una vez tras otra.
Que tu llave abra mi puerta.
Que tus labios acaricien los míos.
En el Diván afgano que volví a preparar para nosotros.
Bebí sola el licor del Amor, echando de menos tus brazos, hasta el minuto en que vuelvas.
Hasta que el aroma del café se mezcle con el de nuestros cuerpos en el Amor.
Allí nos pueden encontrar, hasta que subamos a nuestra alfombra y huyamos, volando.
Veremos las cúpulas turquesa de Isfahán y volaremos hasta Rajasthán, al festival de Rama, con la luna llena y los camellos.
Allí me verás bailar girando, posesa de la paz que has dado a mi alma.
Dejaremos atrás los retratos pintados con lágrimas azules, delante, sólo la Luna llena.
El lago dónde nadaremos sudando por la danza, lleno de flores y velas flotando.
Así será nuestro sueño, Amor.
No habrá Genio ni Ifryta que lo impidan, serán cómplices de nuestro calor que ha fundido las murallas de plomo y oro.
«Lloraron los cielos desde la primera noche que se amaron hasta tres meses después.
La lluvia fue el Signo que certificó aquella unión, las lágrimas se le añadieron hasta formar una inundación».
Ilustración Arte Safávida, Isfahán. “Mujer tomando vino en soledad”.