Has derramado el vino sobre mi manto negro.
No sabes el agravio que le has hecho a la Vid.
¿Acaso tus manos y las de Telémaco no están manchadas de sangre?
¿Por qué si no rehúyes la mirada?
Tus ojos bajos, pidiendo ayuda, delatan la sangre en tus manos.
La Vid y el Sarmiento te aborrecen.
Tus palabras revelan que serás ánade, si no sabes libar a los Dioses.
Soy Kirkê, a la que llaman Bruja.
Sigo aquí, en esta isla de las Hespérides.
Sí, yo, la que salvé y enamoré a Ulises.
La que transformé a sus marineros en cerdos.
Sólo por amor a él, les devolví su forma humana.
Hoy vienes a pedir mi conjuro, mi libación para lavar tus manos regadas con sangre.
Y riegas mi manto con vino, en tu torpe proceder.
No sabes cuánto te maldecirán la Vid y sus Sarmientos.
Mi nombre viene de los aros de plata que recubren mis pulsos.
Kirkoó.
Mis aros tintinean mientras estudio la forma de salvarte.
No tendrás siervo ni sierva que te asistan.
Seré una sola con Telémaco.
Madre e hijo, tú Penélope.
La del hilo mágico, vienes pidiendo magia.
Pides ciertamente lo imposible.
No es la magia quién te sanará y devolverá alegría a tus días.
Sólo el perdón de la Vid y el Sarmiento te darán la serenidad, que de mis aros solicitas.
Te daré como esposo a quién mató a tu Rey.
Era su padre, y por eso los Dioses abominan aún más de su crimen.
Podrás así volver su vida retorcida, cual sarmiento, o dulce como la uva de la Vid.
En tu mano quedará, él, y su futuro.
Su futuro es tu futuro.
¿Y vienes a pedir Magia?