De cuando Farah se convirtió en abuela por tercera vez y rejuveneció veinte años

Cuando contempló la imagen de si misma, con la niña Sol en brazos, recordó las conversaciones que había tenido con los niños que había criado hace veinte años y que ahora tenían sus propios niños. El agradecimiento de estos muchachos y muchachas a los que ella bañaba puntualmente a las 8 de la noche para poder cenar todos juntos, escuchando la conversación totalmente libre entre ella y los niños, le devolvió un placer que ella había sentido, haciendo posible que fueran grandes hombres y mujeres. Su pequeña contribución, retratada ahora en una imágen que parecía de inmigrante siciliana de 1900, parece que continuaba y que tenía frutos, recompensas y hasta retratos.
Se sintió con la fuerza de veinte años atrás, cuando cargaba una niña en su cuadril y llevaba a otros dos, hermanos los tres, todos los días de paseo, una vez revisada la tarea y el trabajo de la escuela. Entonces empezaba una fiesta en la que se sentían libres, y crecieron con una tolerancia que ellos ahora creen que se las di yo.
Siempre les hablé como adultos para que se acostumbraran a asumir sus responsabilidades y jamás intenté humillarles ni menospreciarles, cosa tan dolorosa para un niño.
Ha sido la época en la que más felicidad vida y amor he dado y me viene de vuelta ahora, en forma de nieta Sol, que es preciosa y seguro que tendrá un futuro brillante como su nombre indica.

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